En Estados Unidos, un afán nuevo rebasa los límites de lo político y lo económico: el necesario regreso a las viejas virtudes.

El barroco es enredadera que invade los espacios íntimos de quienes la acogen. Así sucedió con este fecundo mexicano „omatemático, astrónomo, historiador, literato„o del siglo XVII.

Papalote-Museo del Niño no solo es una travesía educativa, es también una aventura financiera que lo mismo aplica imaginación y creatividad a diseñar espacios interactivos que a incursionar en nuevas estrategias para obtener recursos.

La verdadera historia que rodea a Frankenstein no tiene nada que ver con tuercas, tornillos ni tráfico clandestino de narices. Es, todavía, más intrigante…

“Apretarse el cinturón” puede tener sus ventajas: hacer de la necesidad, virtud.

La crisis iniciada en 1994 no ha terminado, apenas comienza. No podemos esperar, del futuro, algo parecido al pasado; más bien, estemos seguros de que el México que hemos conocido es como las golondrinas: ése, no volverá.

La imaginación humana „olibre, volátil, pajarera„o, ¿podrá desarrollarse normalmente y sobrevivir en una sociedad inundada de imágenes prefabricadas?

En la vida hay desgracias tan altas como palmeras o tan espinosas como cactus. Pero existen otras silenciosas „osubterráneas„o porque son carencia de raíz.

Con toda la información reducida a centellas de luz (fibra óptica) o señales de radio (microondas o satélite), no hay ninguna razón para que los botones de un teléfono cualquiera no puedan servir como control remoto para una televisión, o para que el teclado de una computadora opere como botón electrónico en la parte frontal de la puerta.

Una ciudad con tres nombres que, gracias a un español, enlaza a tres mujeres. Una ciudad con una historia grande que espera –paciente– mejores tiempos.