Suscríbete a la revista  |  Suscríbete a nuestro newsletter

Semblanza de Octavio Paz



Conocer a Octavio Paz como lector es una experiencia interesante. Conocer a Octavio Paz personalmente es una experiencia todavía más enriquecedora; es como si la poesía tuviese ojos, manos, labios, mente, en suma, una presencia inevitable que da sentido a la lengua castellana.
Nació en la calle de Venecia en la colonia Juárez de la Ciudad de México en marzo de 1914 y al poco tiempo de haber nacido su familia se mudó a Mixcoac, por lo que mucha gente supone que es originario de este bello barrio. Murió en Coyoacán en abril de 1998 en la sede de la Fundación Octavio Paz, la casa Alvarado.
Perder a Octavio Paz, el hombre, ha sido terrible para las letras nacionales. Su ausencia me duele utilizando las palabras que Carlos Pellicer le dedicó a su amigo José Arriola Adame en la revista Ábside como una puerta abierta a hachazos.
Y me duele porque como intelectual enriqueció a México, como poeta tuvo el valor de explorar con la pluma y la imaginación realidades humanas con detalle de humanista. Paz tuvo la conciencia de que el silencio si bien docto, en ciertas ocasiones puede ser imprudente, cuando lo importante es pronunciarse en contra de situaciones que lastiman la dignidad humana.
Me duele la ausencia de Octavio Paz porque México y la literatura pierden con su muerte una crítica lúcida y controvertida. Las palabras que pronunció en su última aparición pública con motivo de la Fundación que lleva su nombre en diciembre pasado son esclarecedoras: «Ojalá México encuentre a su Sócrates». Requerimos de una conciencia pública que trate de evitar que la sociedad mexicana se estampe en su carrera loca por hacer del progreso su dios. Lo más terrible es que, si surge un nuevo Sócrates y se avecinda en México, seamos capaces de hacerle beber la cicuta.
Creo que Octavio Paz podía desafiar a Platón: los poetas no falsean la realidad, la han decorado de otra manera y por tanto tendrían derecho a ingresar a su República. Los que han mentido han sido otros, los culpables de una realidad de miseria y marginación. Ellos deberían ser los expulsados del paraíso perdido.
Quien haya leído los poemas, los ensayos, el teatro, las declaraciones, los artículos periodísticos, las entrevistas que concedió Octavio Paz, podrá percatarse de que se trataba de un hombre genial al que no podían soslayar los envidiosos y al que disfrutamos quienes gustamos del arte literario.
Desgraciadamente hay gente que no quiere entender que las personas podemos tener cambios. Y a Paz no le perdonan los viejos comunistas que haya dejado de ser un creyente de los dogmas marxistas y se convirtiese en uno de sus grandes críticos. Tampoco los radicales de derecha le perdonan aún su pasado comunista.
Aún después de su fallecimiento algunos de sus opositores, casi todos ellos poetas o periodistas menores, son fervientes fanáticos de que Paz hiciera alianzas ideológicas con países militaristas y con Estados Unidos, en particular por aquel famoso discurso que pronunció en Frankfurt con motivo del Premio de la Paz que otorgan anualmente los libreros alemanes.
Otros críticos tratan de impedir inútilmente su grandeza como escritor invocando un eclipse a partir de confrontarlo con poetas, novelistas y cuentistas importantes. El resultado de esta infértil tarea es darle una dimensión justa a sus letras. Aspecto discutible y que a la vez tiene bases: Octavio Paz junto con José Ortega y Gasset y José Luis Borges forma la más importante trilogía de escritores de lengua castellana del siglo XX. La profundidad de estos pensadores es tan indiscutible que aun disintiendo de algunos de sus escritos, podemos estar de acuerdo en que han ganado un lugar en la historia de la literatura y de la filosofía.
Paz decía, una y otra vez, que su oficio no era la historia ni la filosofía y tampoco la política. Y sin embargo, su influencia en estos tópicos se refleja en la madurez con que trató los más importantes temas de nuestra historia, así como de política internacional y nacional, y no se diga sobre filosofía.

Comprometido empresario cultural

El autor de El laberinto de la soledad obra muy leída y todavía incomprendida en nuestro tiempo, hizo estudios universitarios en Derecho, se dedicó a la diplomacia, al periodismo y, durante mucho tiempo de su vida, a la literatura y en particular a la poesía, la que sin duda fue su máxima pasión profesional.
Las distinciones que recibió Paz son dignas de reconocimiento y también de orgullo para nosotros, los lectores mexicanos: Además del Premio de la Paz de los libreros alemanes, hay que recordar el Premio Jerusalén, el Premio Cervantes, y desde luego, el Premio Nobel de Literatura. Esto, independientemente de otras distinciones culturales y académicas que recibió en América y Europa.
Octavio Paz además de ser un observador comprometido, fue un actor que promovió las artes; fue, en toda la expresión de la palabra, un empresario cultural.
La revista Vuelta, fundada en 1976, continuación de la revista Plural de Excélsior, ha sido una de las publicaciones más importantes de la lengua castellana, quizá la más influyente en materia literaria después de la Revista de Occidente fundada por Ortega y Gasset en 1923 y que todavía circula dentro y fuera de España. Vuelta se convirtió en una editorial y en un medio de cultura que privilegia a los lectores de un país donde todavía el índice de lectura es pobre.

Es enorme la noche…

A Octavio Paz no lo deifico, entiendo sus circunstancias y contradicciones, sus alejamientos y sus cercanías con hombres de poder. Finalmente fue un hombre y como tal vivió, pensó, amó, escribió, lloró, sufrió y murió. ¿Dónde está su trascendencia? En su obra, y ésta se entiende por su ejemplo de disciplina, estudio, reflexión y generosidad.
Me considero un hombre privilegiado al haber tratado al poeta en su biblioteca, en su casa. Su intimidad eran sus libros, sus gatos, el Paseo de la Reforma que podía disfrutar desde su bello departamento. Su mujer Marie Jose es por lo menos corresponsable del éxito literario de Octavio Paz. Mas que su mujer ha sido su musa y su principal apoyo.
Me quedo con los finos recuerdos y palabras que tuvo Paz para mi persona y también me quedo con sus obras ya clásicas de la literatura. Ha muerto Octavio Paz el hombre, pervive Octavio Paz el intelectual que supo amar a su patria, a las letras, a las personas que lo rodearon. En sus letras nos vemos y por eso termino esta breve semblanza con palabras que pronunció en el Palacio de Bellas Artes el 20 de agosto de 1984 y que aparecieron años más tarde en su libro Árbol adentro:
Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

Newsletter

Suscríbete a nuestro Newsletter