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Recuento y perspectiva del ecosistema emprendedor en México

Examinar la evolución del vibrante ecosistema emprendedor en México implica destacar una serie de hitos clave y elementos definitorios que han moldeado su trayectoria. Este análisis revela detalles sobre su estado actual, ofrece una visión prospectiva sobre su dinámica futura, propicia una comprensión más completa de su impacto y potencial.

El impulso al ecosistema de emprendimiento, innovación e inversión ha evolucionado radicalmente en los últimos 40 años. En este periodo, el apoyo público y privado a la formación de nuevas empresas innovadoras, de base científica, tecnológica y alto impacto en México se puede representar mediante una curva, que alcanzó su punto más alto en la segunda década del siglo XXI. Factores económicos externos e internos de México, así como cambios en la política pública explican que actualmente el ecosistema de inversión de capital emprendedor1 se ubique en un punto bajo de dicha curva. Desde una perspectiva histórica de este activo alternativo, la dinámica de inversión está comenzando a repuntar, lo que podría anunciar la llegada de un nuevo ciclo de crecimiento. 

CUANDO LA OLA SUBÍA 

El apoyo a la formación de nuevas empresas innovadoras en México consistió durante una buena parte del siglo XX en la inversión, financiamiento o apoyo a la creación de industrias. A partir de la década de los 80 y 90, la mayor parte de las inversiones se llevaron a cabo a través de capital y crédito de la banca de desarrollo, con el apoyo de una política pública industrial. El objetivo era mejorar el funcionamiento y sofisticación de ciertas industrias, para elevar la productividad y la competitividad. Fueron muchos los programas de crédito y financiación en esos años. 

Posteriormente, desde los primeros años del siglo XXI, y no solo en México sino a nivel global, las bancas de desarrollo nacionales y multilaterales comenzaron a tomar un nivel más protagónico en el desarrollo del ecosistema de emprendimiento, innovación e inversión. 

Se utilizan estos tres términos al mismo tiempo, porque vale la pena definir cuál es la clase de emprendimiento en la que se enfoca este ecosistema. Podría decirse que la fundación de cualquier negocio es materia de emprendedores, sin embargo, el ecosistema desarrollado en la década de los 2000 tiene que ver más con un componente innovador, alguna solución diferente a un problema/necesidad del mercado o una innovación tecnológica, dirigidos a una audiencia sofisticada. Es lo que podría llamarse un emprendimiento que crea industria de alto impacto. 

Desde los primeros años del nuevo siglo algunas agencias de gobierno comenzaron a apoyar ya no sólo a grandes industrias, sino a nuevas industrias y soluciones, para elevar la competitividad. Los programas generados por las bancas de desarrollo en México fueron muy vocales con respecto al fondeo ligado a emprendimiento impulsando fuertemente el movimiento emprendedor en el país. 

Un ejemplo de ello fue al incio de los dosmiles el Fondo Emprendedores Conacyt-Nafin, que tradicionalmente se había destinado a innovación científica y tecnológica en su fase de escalamiento. Este fondo cambió su orientación hacia el capital semilla, dirigido al impulso de emprendimientos innovadores en sus etapas más tempranas. Esto coincidió con el comienzo del movimiento de incubadoras y aceleradoras públicas y privadas en el país. 

Es en estos años, en 2005, cuando nace Fondo de Fondos, como un spin-off de la banca de desarrollo, con la misión de invertir en los nacientes fondos de capital privado y en la profesionalización de los fund managers o gestores de fondos, especializados. Surge también el Fondo Pyme en la Secretaría de Economía, con el que se empieza a impulsar una política de apoyo al empresario y al emprendedor. 

Por otro lado, desde el sector privado se crea la comunidad de Endeavor, para reconocer a los emprendedores, que a partir de estos años se ubican en el centro de la agenda. Es sólo entonces que se vuelven el corazón del ecosistema de emprendimiento, innovación e inversión, pues previamente no tenían un protagonismo. Se publican portadas de revistas reconociendo el fenómeno del héroe emprendedor en el ecosistema, disruptivo e innovador; se empiezan a contar sus historias de éxito, fracaso y resiliencia; se premia al emprendedor del año, cuando antes sólo se reconocía en los medios a los empresarios consolidados. 

Es en la primera década del nuevo siglo que también comenzó a darse forma al emprendimiento con impacto social y sustentable. Al mismo tiempo, la Secretaría de Economía empezó a crear aceleradoras tecnológicas fuera de México; TechBAs. Era un movimiento muy visionario, construir una plataforma que diera visibilidad a los emprendedores tecnológicos mexicanos que podían competir a nivel global. Inició en Estados Unidos, luego en Canadá y después en Europa. También surgieron fondos como Mexican VC, que después se convirtió en 500 Startups y llegaron agencias internacionales a abrir sus filiales en México, por el vibrante movimiento que estaba sucediendo. 

Todo ello desencadenó un torrente de iniciativas: comenzaron los clubes de inversionistas ángeles; el Venture Institute, los programas para apoyar la industria de software como Prosoft, así como la institucionalización y mejora de la competitividad de las MiPyMES a través de INNOVAPYME. El país se volvió sede, por primera vez, de iniciativas globales. México no estaba en el mapa como un hub de ciencia, tecnología e innovación, y todo esto que comienza a suceder le da nuevos atributos a la marca país. 

Estos hechos constituyeron un impulso para que en la siguiente década se siguiera profesionalizando y sofisticando el sector y los programas de apoyo desde el sector público, en colaboración con la academia, el sector privado, así como otras organizaciones. 

EL APOGEO Y EL CAMBIO DE RUMBO 

Un impulso importante de esta dinámica se generó con la Política Nacional de Innovación desde la Secretaría de Economía, en particular desde la Subsecretaría de Industria y Comercio. Con esto, el sector publicó llegará a estar entre los primeros inversionistas en fondos de Venture Capital, a través del Fondo de Fondos. En 2011, dicha subsecretaría junto con Nafin decide impulsar lo que hoy se llama Mexico Ventures, por primera vez una unidad específica dentro de Fondo de Fondos (llamado oficialmente Corporación Mexicana de Inversiones de Capital). El objetivo era impulsar a quien invertía en innovación tecnológica o a emprendedores de alto impacto desde etapas tempranas, mediante incentivos pacientes, a largo plazo, en colaboración con expertos y que no fueran deuda. 

En estos años no se dejó de lado la política industrial, y se lanzó nuevamente el Sistema Nacional de Garantías, en donde la banca de desarrollo apoyaba a la banca comercial para ofrecer mejores condiciones de crédito a las Pymes. El objetivo era hacer llegar el crédito a la industria, dependiendo de la vocación productiva de cada Estado y ampliando la red de apoyo sumando a los intermediarios financieros no bancarios. 

Todas estas iniciativas se concentraron en el año 2013 en el Instituto Nacional del Emprendedor (Inadem), encargado de generar atención y recursos hacia el Capital Emprendedor y hacia el crédito PYME. Siempre ambas herramientas de financiación, acompañadas de programas de formación empresarial. El Inadem se enfocaría en una etapa temprana, creando fund managers para la etapa semilla de los negocios tecnológicos. Se sumaron a esta iniciativa los fondos sectoriales de Conacyt y el fondo de venture capital de la Alianza del Pacífico. Este último caso es la primera vez que se forma un fondo para invertir en emprendimientos de base científica y tecnológica o innovadores en los cuatro países de la Alianza, promovido por México junto con el BID. Ante este liderazgo, muchos fondos estatales y municipales comenzaron a replicar programas locales de apoyo al emprendimiento y aparecieron redes locales de inversionistas ángeles. Fue una década muy vibrante, donde se dio plataforma y visibilidad a otros actores que cumplieran con un rol relevante en el ecosistema de emprendimiento. Lo que sucedió en aquellos años fue la generación de toda una ola, un movimiento en el que se inspiraron muchos otros países de Latinoamérica y el Caribe, enfocando sus inicaitivas de apoyo a emprendimiento en el «efecto multiplicador» de los recursos públicos en colaboración con los recursos aportados por el sector privado. 

En el 2018, con el cambio de administración, hubo cambios importantes en las prioridades y perspectivas en las políticas de desarrollo. Se comenzó a hacer una política de apoyo a la base de la pirámide, direccionando recursos a personas más que a instituciones. Es decir, se cambió a una política que consiste en la pulverización de recursos para llegar a más personas, donde el recurso es menor, igual que el impacto esperado del mismo. Se volvió al tema de los microcréditos, del apoyo a jóvenes, del estímulo al Sur y Sureste del país, con fondos estatales y municipales, empujando más el autoempleo y la educación e información, que también son políticas de desarrollo importantes. Sin embargo, hay que entender que tenemos muchos «Méxicos» dentro del país, lo que invita a generar políticas e iniciativas de desarrollo nacional a modo paralelo y no dicotómico. 

Entre las últimas iniciativas en favor del ecosistema emprendedor estuvo el FASSST, el Foro acelerador de sinergias entre startups, sector tecnológico y gobierno, curiosamente liderado desde la Secretaría de Relaciones Exteriores. El tema de emprendimiento, innovación e inversión terminó ahí, y no en la Secretaría de Economía. Este ecosistema vibrante, que venía creciendo y acelerándose, queda en la cancillería. 

PERSPECTIVA DEL ECOSISTEMA EMPRENDEDOR 

A pesar de llevar casi tres sexenios de impulso, el ecosistema de emprendimiento era muy joven. Estaba recién llegando a su mayoría de edad. Las instituciones y resultados llevaban tan poco tiempo que con el cambio de administración en 2018 fue difícil darles continuidad. Sin embargo, podría decirse que el cambio de perspectiva y prioridades del nuevo gobierno, vinieron bien al ecosistema para darse espacio y madurar. En los últimos cinco años han aparecido nuevos actores, muchos de ellos operando capital corporativo, privado local e internacional. Al final, el cambio de estafeta de lo público a lo privado es algo esperable en la política de desarrollo de un país. 

Es el sector privado quién ha tomado un rol protagónico en el ecosistema emprendedor de México, por la manera en que invierte y se asocia con los fund managers y emprendedores. Hoy ya hay segundas y terceras generaciones de fondos de inversión en capital emprendedor, que han aprendido lecciones y entregado resultados. También se tienen ya emprendimientos mexicanos que han logrado destacar por su capacidad de desarrollar modelos de negocios innovadores, levantar capital y crecer en sus respectivas industrias, incluso llegando a la categoría de Unicornios2 y se han dado también numerosas salidas a inversionistas de riesgo vía fusiones y adquisiciones con empresas locales y globales, lo que es indicativo de la evolución y dinámica esperada de un ecosistema emprendedor. 

Hoy el país tiene la oportunidad de capitalizar lo desarrollado y aprendido en la política nacional de innovación con inversión, educación, conectividad, crédito y financiación para poder acompañar otra vez las verticales en las que México es competitivo y lograr montarnos a la famosa ola del nearshoring. 

Es importante dar impulso a una política de innovación e industrial que se conecte con soluciones facilitadas o basadas en tecnología a las cadenas de valor, a un futuro sostenible, que se sigan fortaleciendo los vínculos con Norteamérica, para servir de puente a Latinoamérica, y por qué no al mundo, en su relación con América del Norte. Estamos en un momento ideal para que México pueda aprovechar esta nueva ola de oportunidades.  

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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