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El juego de la literatura: un lugar ideal para el placer y la felicidad

Como novelista y amante de la lectura, encontrar razones filosóficas para afirmar que la ficción y la literatura son un lugar ideal para el juego, el placer y la felicidad suena a utopía y, sin embargo, es algo posible. Precisamente de eso me di cuenta al leer, por primera vez, a la filósofa Martha Nussbaum. Gracias a ella, me quedó claro que en la ficción se conjunta lo placentero y la felicidad. 

Y no porque lo placentero sea suficiente justificación para leer, hay algo más importante: la lectura nos hace más humanos, más universales. Independientemente del placer y la diversión que pueden provocar los libros, del pensamiento crítico y la reflexión a la que nos invita, adquirimos empatía; saber colocarnos en el lugar del «otro». Eso nos hace más humanos y menos prejuiciosos. Nos convierte en seres más preparados para vivir en sociedad, para convivir en un mundo cada vez más universal. 

En México, el número de libros leídos es muy bajo. Según una encuesta realizada por el Instituto de Estadística y Geografía en 2022, el promedio es de 3.9 libros por persona al año1. La cifra es peor si tomamos en cuenta que los materiales considerados incluyen revistas, periódicos, historietas, blogs y páginas de internet 

Leer en México no es un hábito, y si queremos que se vuelva tal, debemos promover que niños, estudiantes y adultos de cualquier edad, dejen de ver la lectura como una obligación. Si logramos que la población sienta a los libros de ficción como un lugar de gozo, de placer, generadores de felicidad y no únicamente como fuentes de sabiduría y conocimiento, el promedio y la calidad de los libros leídos se incrementaría. 

Martha Nussbaum le da una vital importancia a la educación y a la literatura. Está convencida de que pueden contribuir al bien común, pues promueven valores como tolerancia, empatía y defensa de los marginados. ¿Y acaso la falta de acceso a la lectura, a la imaginación, al poder de la ficción, no hace que los marginados sigan marginados? 

Nos dice que lo ideal es «formar ciudadanos con capacidad crítica, de reflexión, que piensen por sí mismos» (Nussbaum, 2010: 20). Y, en mi experiencia, una manera de lograr lo anterior es consiguiendo que encuentren placer en la lectura. «Crear una comunidad de seres que puedan hacerse cargo de la historia de su propia vida y de su propio pensamiento» (Nussbaum, 2023: 24), sería la meta ideal. Si en México la gente se enterara, de una manera sencilla, de todos los beneficios que pueden obtener al leer un libro, de adentrarse en el mundo de la ficción, tendríamos un país distinto. 

El filósofo griego Aristóteles fue uno de los primeros pensadores de la historia que subrayó, de manera clara, la importancia de la ficción. En su Ética Nicomáquea concluye, a muy grandes rasgos, que buscar la felicidad es una actividad propia del ser humano y, por lo tanto, tiene que ver con la razón y la sabiduría, aunque también debe ser placentero. Para él, la felicidad es «una actividad del alma de acuerdo con la virtud». Podríamos decir que está relacionada con la vida buena. Es el único bien delante del cual los demás bienes parecen incompletos. 

Aristóteles expone que un componente indispensable de la felicidad es el placer y que el placer es algo interno que tenemos por naturaleza. Explicado por Nussbaum: «según él, la vida humana óptima es una vida rica en apegos a personas y cosas externas al yo: amistades, amor familiar, vínculos políticos (…) Se trata de una vida llena de posibilidades en cuanto a emociones» (Nussbaum, 2023: 78). Aristóteles ve en la filosofía una suerte de medicina del alma, de cura, de posibilidad de transformación. «El logos es a las dolencias del alma lo que el tratamiento médico es a las dolencias del cuerpo» (Nussbaum, 2023: 78). El lógos, palabra que cura, tiene el poder de «poner fin al miedo y eliminar la congoja, engendrar la alegría y aumentar los sentimientos de camaradería» (Nussbaum, 2023: 78). 

La ficción, según el filósofo griego, convierte en poema el obrar y el padecer humano. El efecto de todo lo anterior es la catarsis, a la que podemos entender como la purificación de las emociones en el ser humano (Rojo Mula, 2020:1). Otra definición indica que la palabra kátharsis, apropiada por Aristóteles, «sostenía que la tragedia y el teatro podían curar el alma por medio del placer» (Cassin, 2018: 232). 

Para la pensadora nacida en Nueva York, la felicidad se relaciona con alcanzar no lo mínimo que cualquier persona busca, sino nuestra máxima expresión; es decir, una vida digna individual pero también justicia y equidad social. Placer, juego y felicidad, por lo tanto, tienen que estar relacionados con compasión, respeto y empatía. Empatía entendida, según la Real Academia Española, como la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos. 

Todo lo anterior lo expuse para que quede claro que no hay que considerar a la lectura y a la trascendencia de la ficción simplemente como algo que tiene que ver con la felicidad, comprendida de manera cotidiana, sino tomando un concepto más aristotélico referido a buena vida, buen vivir o, mejor todavía, vida valiosa. 

LA IMPORTANCIA DEL JUEGO 

En su libro Sin fines de lucro (2010), Martha Nussbaum rescata a varios autores, pedagogos en su mayoría, para hablar sobre la importancia del juego. El objetivo de Pestalozzi, por ejemplo, era aprender a través del juego, promoviendo las iniciativas y capacidades de cada niño. Estaba en contra de obligar a los alumnos a memorizar, en cambio, promovía las actividades lúdicas pues éstas sí enriquecen a la personalidad. 

Froebel, por su parte, afirmaba que el juego sirve para evocar y cultivar las aptitudes naturales del niño. Donald Winnicott habla del juego imaginativo, su importancia en el desarrollo infantil, y reconoce la capacidad del asombro y de la imaginación, dos factores que precisamente la literatura impulsa. 

El mismo Tagore, quien obtuvo el Premio Nobel de Literatura, entendió el papel esencial de las artes para lograr el pleno desarrollo de la personalidad. Rabindranath le daba una gran importancia a las dramatizaciones, pues logran que uno se ubique en el lugar del otro; algo esencial para lograr la empatía. Esto consigue la literatura: al fomentar la empatía y la compasión, convierte a los humanos en más humanos. 

Lo que a Nussbaum le parece importante es impulsar la capacidad del interés por el otro y, así, rechazar los estereotipos y los prejuicios. Nos hace, al menos, cuestionarnos; no dar todo por sentado. Nos invita a desarrollar la capacidad de reflexión crítica. 

Es indudable el alto valor de la lectura no sólo para estimular la memoria y la imaginación, no sólo para adquirir mayores conocimientos (del mundo y de sí mismos) sino también para la formación de individuos y de ciudadanos críticos, compasivos y empáticos. 

EL PAPEL DE LA LITERATURA 

Demos por hecho la importancia de la ficción y de los libros. Sin embargo, creo pertinente insistir en el tema, apoyada por algunos críticos y escritores cuya opinión experta es interesante. Bourneuf y Ouellet, por ejemplo, afirman que «la novela permite aprehender mejor la realidad y conocerla en profundidad» (Buorneuf, 1983: 16). Incluso, citando a Proust, dicen que «la actividad literaria es el único medio de acceder a la verdadera vida, la vida al fin descubierta y puesta en claro, la única vida por consiguiente vivida» (Buorneuf, 1983: 16). Haciendo referencia a Woolf y Joyce, nos dicen que «la novela participa en la exploración de nuestra vida psíquica profunda» (Buorneuf, 1983: 16). 

El muy conocido Umberto Eco afirma que los relatos «nos cuenten lo que nos cuenten, cuentan también nuestra historia y por eso los leemos y los amamos (…) La narrativa puede educarnos a ser libres y creativos». «La literatura crea identidad y comunidad» (Eco, 2017: 11). De alguna manera, nos repite Eco, las narraciones verosímiles explican mejor una realidad «que de otro modo es más difícil de comprender» (Eco, 2017: 307). 

Lo falso, la ficción, los mitos no equivalen a mentiras. Wagner de Reyna nos explica que el mito es «el contexto lógico que, ocultándola, revela una realidad» (Acevedo, 1993: 102). El mito es, entre otras cosas: una verdad revelada. La literatura tiene la misma función: se encarga de revelarnos cosas sobre el mundo, sobre nuestro contexto y sobre nosotros mismos. Es decir, tiene un poder inmenso.

En el caso del escritor James Salter, la ficción es esencial pues «lo concreto, lo material, lo vulgar, lo significativo sólo se revela a través de lo trivial» (Salter, 2018: 11). Para él, «la filosofía es una cura de efectos lentos. Debemos suponer, entonces, que la literatura es una medicina mucho más eficaz y rápida». 

«La novela crea, pues, al mismo tiempo, la soledad y permite salir de ella; el lector puede vivir las vidas posibles que les niegan su condición social, su época, sus insuficiencias personales o el azar» (Buorneuf, 1983: 16), afirma Buorneuf para hacernos entender no sólo que la ficción nos da acceso a información de otra forma inaccesible, a mundos a los que no podemos llegar, sino que nos obliga, al vivir otras vidas, a colocarnos en el papel de alguien distinto. 

René Wellek y Austin Warren mencionan que la realidad que plantea una obra de ficción es una «ilusión de realidad» que le regala al lector un «modo de interpretación convincente de la vida». Le dan una amplia importancia a la literatura en su calidad de ficción, de invención y de imaginación como características distintivas. Por otro lado, sostienen que «cuando una obra literaria funciona bien, las dos notas de placer y utilidad no sólo deben coexistir, sino además fundirse» (Wellek y Warren, 1993: 37). 

Por último, la mexicana Gloria Prado concluye que la literatura revela «una nueva dimensión de la realidad y de la verdad» (Prado, 1992: 21). Los textos literarios de ficción nos presentan un juego, el de la interpretación y el de la verosimilitud. Prado nos invita a dialogar con el texto literario y eso es lo que hacemos los lectores. Jugar, placer y felicidad se convierten en palabras clave para invitar a que cada vez haya más lectores, que es mi objetivo. 

En resumen, muchos teóricos de la literatura, filósofos y escritores reconocen la enorme importancia de la ficción como fuente de diversión y de conocimiento. Y no me refiero solo a conocer otros países, culturas, acontecimientos históricos; lo realmente importante es el conocimiento de uno mismo, el re-conocerse como ser humano en las páginas de una novela y, para Nussbaum, ese conocer «al otro» como una poderosa arma para sentir empatía y, por lo tanto, acallar los prejuicios. Una sociedad con más lectores será una mejor sociedad. Una en la que cada individuo desarrolle de manera óptima sus propias capacidades, sus propias posibilidades. 

¿Qué mejor razón para impulsar a que un país lea, que la preponderancia de la ficción en la vida humana? Una ficción que, de manera sutil, mediante el placer y el juego, hará ciudadanos más reflexivos, autosuficientes, críticos, independientes, dispuestos a dialogar, a cuestionarse, empáticos, compasivos. 

LAS «CAPACIDADES» DE NUSSBAUM 

En su texto Sin fines de lucro, la filósofa deja en claro que la literatura y la imaginación, «nos hacen humanos y fundan nuestras relaciones como relaciones humanas y complejas, en lugar de meros vínculos de manipulación y utilización» (Nussbaum, 2010: 24). 

Sin quitarle su valor a las ciencias exactas, aboga por recatar la validez y los enormes beneficios de las humanidades. Enseñar a leer es enseñar a pensar, a reflexionar. Es privilegiar el pensamiento crítico, hacernos competentes, activos, más libres. 

Nussbaum ha observado que las técnicas y los conocimientos prácticos han ido desplazando al arte. Y es peligroso. Ella defiende la búsqueda de la felicidad y propone el desarrollo de aptitudes como la capacidad de argumentación, la empatía, la compasión, la imaginación, el saber pensar por nosotros mismos y pensar, al mismo tiempo, en el bien común. 

La teoría de las capacidades que Nussbaum desarrolló junto con el pensador bengalí Amartya Sen, Premio Nobel de Economía, es de esencial importancia. Ambos intelectuales hicieron una lista, después de un amplio estudio de distintas culturas, religiones, países y creencias, de las diez capacidades básicas que todo ser humano debe tener para, en un escenario ideal, desarrollarse de manera plena y feliz. Las que importan para nuestro tema son: Sentidos, Imaginación y Pensamiento, Emociones, Razón Práctica, Afiliación y, finalmente, Juego. Veamos por qué. 

Sentidos, imaginación y pensamiento reunen la capacidad definida con una educación que haga posible el desarrollo de esas dimensiones en libertad para expresar gustos y creencias. Y es mucho más fácil saber expresarnos si observamos como se expresan los demás, sobre todo, quienes saben narrar. 

Razón práctica como la posibilidad de reflexionar de forma crítica acerca del bien y del mal. Lo importante a destacar son las palabras reflexión y crítica. 

Afiliación es la capacidad de pertenecer a una comunidad y lograr vínculos sociales sanos. Respetar y ser respetado. No discriminar y no ser sujeto de discriminación. Saber mirar más allá de nosotros mismos, ensanchar nuestros horizontes; precisamente lo que provoca la literatura. 

Juego, aunque Nussbaum y Sen lo definen como jugar, reír y llevar actividades recreativas, en realidad ya sabemos que va mucho más allá. 

Si reflexionamos sobre estas capacidades, nos daremos cuenta de que pueden ser impulsadas y guiadas por los libros, por la magia de la ficción… siempre y cuando el lector no sienta que es una obligación o una actividad elitista. Conseguir que las personas se acerquen de manera libre, buscando jugar, divertirse y que ese momento no se convierta en un deber, sería el mejor regalo. «Leo por el placer de leer», dice Salter. Esa debería ser la consigna. 

Debemos lograr que el lector acuda con libertad, convencimiento, abierto a verse reflejado en «ese otro», en otra experiencia. Debemos conseguir que los individuos no vean a la lectura como una imposición, como un acto «de alta cultura», sino como una actividad que les produzca placer. Si este placer, al mismo tiempo les otorga una serie de virtudes que los hagan mejores seres humanos, ¡a aplaudir se ha dicho! 

Leer ayuda a desplegar, aprovechar, emplear y hasta podríamos decir que a explotar y usufructuar nuestras capacidades para desarrollarnos plenamente. Tener éxito con lo que somos capaces de hacer, pensar y ser. Alcanzar una buena calidad de vida. 

PERSEGUIR UN SUEÑO 

El universo al que nos invita la literatura es de amplísimo espectro. Casi infinito. El acto de leer, según la mayoría de los filósofos, críticos de literatura, hermeneutas, escritores y simples lectores, es un acto creador e imaginativo que alimenta a cualquier ser humano, sin importar su lengua, país, clase social, nivel educativo, edad ni religión. Nussbaum, como vimos, subraya el papel de la imaginación, del espíritu crítico y de la tolerancia. «Para perseguir un sueño hacen falta soñadores, es decir, personas formadas que puedan ejercitar el pensamiento crítico acerca de diferentes alternativas y que puedan imaginar una meta ambiciosa, en lo posible diferente del enriquecimiento individual o nacional…» (Nussbaum, 2010: 62). 

La lectura buscada libremente, con placer, como un lugar de juego, no solo crea mejores individuos, sino mejores sociedades. Es probable, como la propia filósofa insinúa, que por eso a algunos gobiernos no les interese un programa eficaz de fomento a la lectura. A más lectura, mayor conocimiento, capacidad crítica y, por lo tanto, ciudadanos menos propensos a ser manipulados. 

Somos nosotros, sobre todo los involucrados en la literatura y en la difusión de la lectura, quienes debemos tomar este papel en nuestras manos. Ya quedaron en claro los múltiples beneficios que van mucho más allá del placer y la felicidad. O, mejor dicho, apuntalan un placer y una felicidad que, desde los griegos, nos hablan de cultivar valores que harán de nosotros mejores personas, mejores ciudadanos y, para darle gusto al estagirita, seres humanos virtuosos. 

Dejemos que Nussbaum nos regale las últimas palabras para que, juntos, sigamos persiguiendo este sueño: «Las artes y humanidades no sirven para ganar dinero (…) sólo para algo mucho más valioso: para formar un mundo en el que valga la pena vivir, con personas capaces de ver a los otros seres humanos como entidades en sí mismas, merecedoras de respeto y empatía, que tienen sus propios pensamientos y sentimientos».

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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