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Mendigos de la dignidad humana. Transhumanismo en el cine de ciencia ficción Blade Runner

Blade Runner fue de las primeras películas en abordar las preguntas éticas y filosóficas sobre la posibilidad de crear «replicantes», seres humanos cuyos genes modificados por la técnica carecen de singularidad y dignidad, dependen de sus creadores. El transhumanismo puede ser hoy una realidad de hecho.
El cine no es sólo entretenimiento masivo o un modo de escapar de situaciones reales en las que llevamos el peso del día a día, de ser nosotros mismos; como decía el guionista Robert McKee,1 el buen entretenimiento es aquél que nos inspira o induce a plantearnos las preguntas sobre la condición y sentido de la existencia humana.
El buen cine motiva en la medida en que las historias e imágenes que muestra nos afectan de modo directo y emocional como si acontecieran en tiempo presente. Ofrece un potencial de reflexión filosófica que permite reconsiderar el modo de comprender los hechos pasados o, a la inversa, considerar una posibilidad que aún no hemos vivido como real en el tiempo presente y no verla como algo distante o indiferente.
Hoy más que nunca, diría Slavoj Zizek,2 requerimos ser todos un poco filósofos, porque vivimos tiempos en que las consecuencias de desarrollos tecnológicos como la biogenética, la clonación y la inteligencia artificial, hacen que las preguntas eternas sobre la naturaleza humana o sobre los límites de nuestra libertad en relación con el poder de auto-creación de nosotros mismos, estén en boca de todos, como una realidad cotidiana en la que no es tan claro cómo y por qué deben llevarse a cabo.
A esta cuestión se llama transhumanismo que, como expone Héctor Velázquez, es «la posibilidad tecnológica de mejorar radicalmente a los seres humanos en tanto individuos o sociedad e incluso como especie biológica, bajo el entendido de que esta modificación sería intrínsecamente buena, conveniente e irrenunciable […] la práctica biomédica y la bioingeniería apuestan por esa posibilidad pero no tienen muy clara su conveniencia; esto es, se tiene claro que se puede pero no si se debe llevar a cabo tal mejora».3
No es sino el viejo sueño de la modernidad, en el que el ser humano, mediante el poder de transformar su capacidad científico-técnica de las condiciones de la naturaleza –incluyendo la suya propia dejaría de sufrir y haría un paraíso en la tierra. Un mundo tecnológico sin las incomodidades de las condiciones orgánicas o incluso donde serían determinadas en grados de perfección que trascendieran toda posibilidad de la dotación misma del ser humano, como decía Descartes, una mente sin cuerpo.
Lo interesante del caso es que el transhumanismo puede ser hoy una realidad de hecho. Ha sido un tema recurrente en la literatura y el cine de ciencia ficción y hacer una lectura filosófica de ciertas películas de ciencia ficción abre un camino a esa orientación que hace falta. Como decía Aristóteles en su Poética: el arte puede decir más verdad que los hechos históricos porque no se limita a lo sucedido sino a las posibilidades de lo que ha sido y puede ser.4
¿CONVIENE MODIFICAREL PATRIMONIO HEREDITARIO?
Múltiples filmes y obras literarias han tratado el tema, pero en esta ocasión me enfoco en Blade Runner,5 del director Ridley Scott, realizada en 1982, con guión adaptado de la novela de Phillip K. Dick6 ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Entre otras razones, porque fue de las primeras películas en abordar las preguntas éticas y filosóficas sobre la posibilidad de crear «replicantes». Inclusive ese término, utilizado después por la biotecnología y la bioética, adquirió su primer significado e imaginario por este filme.
A diferencia de otros filmes de ciencia ficción que se vuelven obsoletos con los avances tecnológicos, el planteamiento de Blade Runner no se centra en la técnica utilizada, sino en el significado que tiene para el ser humano cualquier tipo de tecnología que opere con estos principios. Por ello su planteamiento sigue siendo universal y se ha convertido en objeto de culto para los amantes del séptimo arte.
Uno de los interrogantes centrales que podemos extraer de la película es un planteamiento ético, entendida la ética como la capacidad, de cada ser humano, de dar una respuesta constructiva a las dependencias y necesidades derivadas de nuestra imperfecta dotación orgánica y a nuestra permanente fragilidad y contingencia existencial.
Ese planteamiento ético es: ¿debemos disponer libremente de la vida humana con fines selectivos? ¿Existen fronteras entre la prevención del nacimiento de un niño gravemente enfermo (eugenesia negativa) y el perfeccionamiento del patrimonio hereditario (eugenesia positiva)? ¿Podemos contemplar la auto-transformación genética de la especie como un incremento de la autonomía particular o con ello socavamos la auto-comprensión normativa de personas que guían su propia vida y se muestran recíprocamente el mismo respeto?
 
REPLICANTES, NI ROBOTS NI CIBORGS
El filme muestra un mundo donde la biotecnología, representada por la corporación Tyrell y por el personaje de J. F. Sebastian (ícono de la pasión por la bioingeniería en analogía con el músico barroco), ha logrado modificar y seleccionar genéticamente una serie de características, de marcas específicas de los individuos, perfeccionando muchas de ellas y programando sus tiempos de vida.
Estos son los replicantes, que no robots (totalmente artificiales), tampoco ciborgs (como Robocop, parte artificial y parte natural), sino que son la propia naturaleza humana pero del todo instrumentalizada, dirigida y establecida artificialmente, en función de intenciones específicas de la corporación, de un mercado o inclusive, del ego del poder de creación del dueño de la misma.
Estos replicantes que pueden soportar temperaturas extremas, vivir en lugares y galaxias sin equipos espaciales, un día toman conciencia de que han sido programados para morir con una fecha específica, de 3 a 4 o el que más, 5 años. Se rebelan ante esa situación y regresan al planeta Tierra en busca de respuestas con Sebastian y el dueño de la corporación el doctor Elrond Tyrell.
 

¿CÓMO «RETIRAR» A LOS REPLICANTES?
Pero la sociedad considera esto un acto de rebeldía, no los ve como personas, y entrena un grupo de expertos para «retirarlos» –no se habla de matarlos, se aplica el mismo lenguaje que se utiliza cuando se tratan objetos de consumo. Éstos son los Blade Runner, que en el filme protagoniza Harrison Ford, con el nombre sugerente de Deckard (en referencia a René Descartes, considerado padre de la filosofía moderna). La película plantea las preguntas e interrogantes éticos en las relaciones que entabla Deckard con los replicantes rebeldes, en especial con Roy Batty, líder de la rebelión.
El primer planteamiento es que si bien los replicantes tienen características humanas, como el pensamiento y la conciencia, se ve una escena en que la replicante Pris le dice a Sebastian «Pienso, luego existo», argumento de Descartes para determinar la esencia de lo que nos hace humanos. O lo que se ve en la muerte del replicante Batty al saberse mortal, y al comprobar que sus experiencias, que nadie más ha vivido, son únicas y se irán con su propia unicidad, como las lágrimas o como la lluvia.
Aunque los replicantes tienen estas características, la intervención técnica de su naturaleza los ha programado para ciertas intenciones y expectativas, incluso sobrehumanas, con carácter de irreversible. Es decir, no pueden relacionarse con esa programación de manera crítica, como puede hacerlo cualquier individuo con su educación o con su proceso de socialización, ello les resta dignidad humana. El sistema y la lógica tecnológica de la corporación los ha objetivado, los ha reducido a ser funcionales.
 
ASIMETRÍA ENTRE HUMANOS Y REPLICANTES
La dignidad humana no es una simple característica más, como el color de los ojos, sino que tiene que ver con las posibilidades de realizar una vida humana como tal, con la simetría de relaciones entre personas en igualdad de condiciones, derechos y deberes. Es decir, la dignidad humana en abstracto no tiene sentido, sólo lo adquiere en las relaciones interpersonales de reconocimiento recíproco y en formas de vida concreta.
Los replicantes carecen de esta posibilidad debido a la tecnificación de su propia naturaleza. O más bien debido a la confusión entre lo terapéutico y lo instrumental. No es lo mismo tecnificar la naturaleza humana en la medida en que la ayuda a ser lo que es, que tecnificarla para producir artificialmente una serie de caracteres distintos. A esto llamamos instrumentalizar nuestra propia naturaleza.
La corporación Tyrell equipara la intervención en el genoma humano con cualquier otra intervención social o cultural en el desarrollo del propio individuo. Pues el argumento podría ser, que aunque se les programe genéticamente, de todas maneras esa determinación genética se relacionará con el mundo, con sus propias posibilidades y contingencias, es decir con libertad y dignidad.
Pero lo que no se ve, es que eso afecta la autopercepción y auto-comprensión de los replicantes sin darles la posibilidad de tomar una posición crítica sobre sí mismos y construirse autónomamente, como la tenemos en lo social o cultural. Choca la perspectiva del productor genético, que tiene su propia vida, con la del replicante, como se observa en las escenas del diálogo del replicante Batty con el doctor Eldon Tyrell o de la replicante Rachael con el Blade Runner Deckard, fija a los replicantes a esas intenciones, sólo los reconoce como objetos de su propia estructura.
 
SON OBJETOS CONDICIONADOS
Los replicantes carecen de un espacio comunicativo, no pueden intercambiar roles con sus productores, donde aprenden una forma de lenguaje y de relación con el mundo, no tienen un lugar, ni una determinación histórica específica. Por eso carecen de emociones humanas y de una historia. Como objetos, son absolutamente condicionados por un sujeto y no por sus propias relaciones o posibilidades con el mundo. Por eso es que las relaciones entre replicantes y humanos, aunque la naturaleza de todos es humana, son asimétricas y por tanto es un menoscabo a su dignidad.
Eso muestra una escena en que Rachael, la replicante que no sabe que lo es, se entera a través de unas pruebas técnicas que le hace Deckard, las cuales indican que sus emociones no están conectadas con recuerdos comunes al imaginario colectivo de la humanidad, sino que fueron impuestos por la corporación Tyrell para hacerla ignorar su condición de replicante y que fuera más manejable. Rachael puede tener conciencia de sí como un axioma matemático impuesto por otro y no dependiente de sí mismo.
La asimetría entre seres humanos y replicantes, implica que no pueden experimentar las mismas emociones, precisamente porque no nacieron en una comunidad con un lenguaje, no desarrollaron una vida concreta, en la que conformaron su propia comprensión en la especie ni se desarrollaron libremente. Les implantan recuerdos ajenos, el problema es cuando se dan cuenta, y saben que de antemano que están programados para morir, porque tal es la intención de una corporación.
 

La PERSONA SE AUTOCONFORMA Y AUTOCOMPRENDE
Para los replicantes no hay nacimientos sino producciones. Y al rebelarse y volverse peligrosos, por querer hacer reversible este proceso, la sociedad los trata como objetos de retiro y de deshecho y no como seres humanos, con simetría de relaciones y con respeto recíproco.
La aberración humana más fuerte de la película, es que los mismos miembros de la sociedad, como el Blade Runner, no están seguros ellos mismos de ser a su vez replicantes, desprovistos de una vida propia desde el nacimiento o de una vida con total ausencia de sentido, tal vez por eso el personaje de Deckard sueña con unicornios y su actitud ante la vida es de indiferencia.
Lo que plantea el filme se relaciona con lo que explica el filósofo alemán Jürgen Habermas en su texto El futuro de la naturaleza humana ¿Hacia una eugenesia liberal?7 Para él, deben regularse las prácticas eugenésicas en la medida en que menoscaban la libertad ética al fijar a la persona afectada a intenciones de terceros que rechaza, pero al ser irreversibles, le impiden comprenderse espontáneamente como el autor indiviso de la propia vida.8
Una intervención genética de este tipo no abre ese espacio comunicativo en el que dirigirse al niño planificado como una segunda persona e incluirlo en un proceso de entendimiento. No hay aún un proceso racional que garantice que no haya casos disonantes, es decir, donde no se armonicen las intenciones propias y las ajenas.
Esto quiere decir para Habermas, que para continuar siendo sí mismo sólo nos es posible porque podemos diferenciar entre lo que somos y lo que pasa con nosotros en una existencia corporal que prolonga un destino por naturaleza que alcanza más atrás del proceso de socialización. Para ello Habermas hace referencia a la idea de Hannah Arendt sobre la natalidad, como expresión de este indisponible desde donde nos conformamos y nos auto-comprendemos, como personas humanas.
 
NO SÓLO UNO MÁS DE LA ESPECIE
Precisamente lo que los liberales, como el doctor Elrond Tyrell, no pueden diferenciar es que al nacer un individuo, nace un «nuevo» individuo, y no simplemente otro más de la especie, por lo que las consecuencias de una eugenesia liberal, sin reparos morales, nos llevaría a un cambio radical y total en nuestra propia auto-comprensión como especie, como ese linaje de seres humanos que se constituyen autónomamente en sí mismos por relaciones comunicativas.
Así, la diferencia entre una persona que tiene un programa genético natural y una que lo tiene intencionadamente por la voluntad de terceros, es que produce relaciones asimétricas entre el programador y el programado. No están en las mismas condiciones y se socava la propia dignidad de la vida humana, como dice Habermas: «La programación eugenésica perpetúa una dependencia entre personas que saben que para ellas está excluido por principio intercambiar sus respectivos lugares sociales».9
Esto nos lleva al segundo planteamiento base del filme que se resume en la escena de la muerte del replicante Roy Batty. Después de cuestionar a su creador y asesinarlo quitándole los ojos por no tener una respuesta acerca de por qué no tiene más vida, Batty y Deckard se enfrentan en una persecución donde el perseguidor, Deckard, termina vencido por Batty –pues físicamente no tiene ningún poder contra él. Cuando está a punto de morir cayendo de un edificio, Batty lo toma del brazo y lo salva, con el torso desnudo en medio de una incesante lluvia, mirando de frente a la cámara, Batty sostiene una paloma en sus brazos y expresa la alegría y su pasión por la vida humana, haciendo énfasis en la singularidad y unicidad de su experiencia. Sabe que se encuentra ya en el instante de caducidad de su vida, y dice que es tiempo de morir, que sus ojos han visto galaxias y experiencias maravillosas del universo, pero que en este momento se irán con él como las lágrimas en la lluvia. La escena concluye con la paloma levantando el vuelo, que indica que Batty ha terminado su vida, ante el asombro de Deckard quien queda perplejo ante el significado de este hecho.
Es una de las escenas más hermosas en el cine sobre el significado de la vida y la muerte de los seres humanos, sean o no replicantes, plantea la cuestión de que lo humano se refiere a que existe algo de lo que no se puede disponer, reducir o subordinar a la intervención tecnológica.
Es la unicidad y singularidad de la existencia humana no por la dotación genética, sino por la relación de conciencia y libertad que adquiere en el tiempo con la experiencia amoral y antropológica de su modo de ser. Batty representa que lo replicante es una inmoralidad, que aún así es trascendencia por la singularidad de su existencia. Como expresaba el filósofo danés Søren Kierkegaard la ética es «el poder ser sí mismo»10 como el logro o malogro de la propia vida como la forma de autorreflexión y autoelección éticas determinadas por el interés infinito en el logro del propio proyecto de vida.
 
LIBERTAD: SÍNTESIS ENTRE LO HECHO Y LO POSIBLE
La persona debe así auto-apropiarse críticamente de su propia biografía de cara a posibilidades futuras, haciéndose por su libertad aquello que es esencialmente y quien quiere llegar a ser. De tal forma que el individuo no es sí mismo desde una arbitrariedad, sino asumiéndose en determinadas formas existenciales desde el poder que lo fundamenta, desde aquello indisponible para la voluntad humana que lo condiciona.
Poder que Kierkegaard identifica con la relación interpersonal con Dios, es decir, el poder ser sí mismo se fundamenta en la interrelación personal con aquello que nos es indisponible. En esta escena, Batty es la expresión de que eso indisponible existe pero que pretendió ser negada o aniquilada por haber sido producido como un experimento genético.
Batty nos dice que la libertad de nuestras acciones no está dada por lo que infinitamente podamos hacer con ella, al modo como la corporación Tyrell piensa que puede hacer con la humanidad, o como plantea el transhumanismo, donde podamos inventarnos a nosotros mismos sin referente alguno. Y por otro lado, la libertad tampoco es una subordinación predeterminada a un tiempo y espacio, la libertad es una acción de síntesis de integración entre lo hecho y lo posible, pero esta síntesis siempre abre la posibilidad a las relaciones con algo no controlado, con lo contingente y con lo revelado.
La libertad es esa capacidad de rehacer la síntesis escuchando lo que la realidad nos revela, en el caso de la eugenesia, lo que la realidad del nacimiento de un individuo nos revela. De otra forma la libertad es un instrumento de dominio para mis propios fines sean éstos legítimos o no. En otras palabras, la libertad es síntesis en lo singular del fundamento y de las posibilidades que éste mismo nos presenta, la libertad adquiere sentido por la verdad, por el discernimiento, la prudencia y la pasión con la que podamos realizarlo.
La muerte de Roy Batty en el filme expresa así este carácter indisponible y la tarea ética de cada individuo de ser sí mismo como esa relación no arbitraria que al saberla y elegirla se denota como la conciencia de la singularidad y la necesidad de un fundamento relacional. Por eso Batty ve el final de su vida, como un acto de sentido, el salvar la vida de Deckard y comunicarle su experiencia, con lo cual puede morir en paz
 
 
1 Cfr. Robert McKee. El guión. Story. Sustancia, estructura, estilo y principios de la escritura de guiones. Barcelona. Alba minus. 2011.
2 Cfr. Slavoj Zizek. Arriesgar lo imposible. Conversaciones con Glyn Daly. Madrid, España. Trotta. 2006, pp. 56,57.
3 Héctor Velázquez Fernández. ¿Qué es la naturaleza? Introducción filosófica a la historia de la ciencia. México, DF. Porrúa, p. 186.
4 Cfr. Aristóteles. Poética, Madrid. Alianza, 2013.
5 Ridley Scott. Blade Runner, EUA, 1982, 1hr 57 min.
6 Cfr. Phillip K. Dick. Blade Runner. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Madrid. Minotauro, 2012.
7 Cfr. Jürgen Habermas. El futuro de la naturaleza humana ¿Hacia una eugenesia liberal? Barcelona. Paidós Ibérica, 2002.
8 Cfr. Ibid, p. 87.
9 Ibid, p. 89.
10 Cfr. Søren A. Kierkegaard. «El equilibrio entre lo estético y lo ético en la formación de la personalidad» en O lo uno o lo otro. Un fragmento de vida II, Madrid. Trotta, 2007.
 
 

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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