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Queremos que nos escuchen y que no nos impongan

El año pasado pedí a un grupo de alumnos que hablaran de la persona que más había influido en su vida y que relataran los motivos. Ante mi sorpresa, tras quince minutos de pensar, no sabían si existía esa persona en su vida. Cambié la pregunta y pedí que mencionaran a un profesor al que recordaran con aprecio, expresando los motivos. Tras un rato surgieron opiniones. La mayoría recordó un buen profesor que le explicó física, ecuaciones, lingüística… pero no sentían admiración hacia ese profesor, no había influido en su vida, no lo consideraban un sabio, ni siquiera una persona dedicada a lo que hacía.

TODO CAMBIA PARA SEGUIR IGUAL
A otro grupo lo cuestioné precisamente sobre qué entendían por respeto. El resultado ya lo imaginaba: que escuchen nuestras opiniones, que nos traten correctamente, que no nos impongan sus criterios… fue el nos multiplicado a no sé qué potencia, solamente concebían el respeto que, a su juicio, como alumnos merecían. Tras pensarlo detenidamente, entendí. Internet nos ha cambiado la vida, nos permite tener a mano toda la información que necesitamos, por tanto, un alumno, un hijo, no pide información a su padre o al profesor, lo que necesita son opiniones calificadas, comentarios adecuados. Eso valora un joven. Pensado así, todo tiene sentido, que escuchemos sus opiniones, que no impongamos nuestros criterios, que seamos el guía, el experto. Ese es el nuevo concepto de respeto: lo damos y nos lo darán, porque ofreceremos un diálogo que les permitirá aclarar las ideas sobre la información que han obtenido. Las normas decían que la forma de honrar al padre era: no sentarse frente a él, no hablar si no se lo pedían y nunca contradecir sus palabras. Hoy podríamos decir que son: sentarse junto a él, dialogar con él y tener un agradable encuentro de opiniones. A final de cuentas, como dijera el Conde di Lampedusa:1 «todo cambia para seguir igual». Los padres siguen amando a sus hijos y estos a sus padres. Los profesores amamos a nuestros alumnos y ellos, aunque quizá no lo digan, también nos aman.

EL RESPETO NO SE PIDE NI SE IMPONE
El asunto no está, solamente, en el joven o la joven que no muestra respeto hacia quien es la autoridad, sino en el adulto que proyecta inadecuadamente la imagen de jefe, profesor, padre, clérigo… El respeto no se pide, no se impone, el respeto emana de quien muestra ser una verdadera autoridad, por derecho, por sabiduría, por virtud… Quien busca el poder y no el servicio a los demás, quien carece de integridad personal, de aptitud, de razón… obviamente, al sentirse poco apto, poco capaz, inadecuado para el puesto, tratará de imponer la superioridad que, por cargo o por derecho le corresponde, a base de imposición, exigiendo respeto, y lo remarcará continuamente, hacia su persona. ¡Qué pobre concepto de respeto!, ¡qué terrible sentimiento de inferioridad! Las autoridades gubernamentales, en tantos países, son descubiertas en sobornos, corrupción y asociaciones delictuosas que involucran a varios miembros del partido en el poder. No debe extrañarnos que el respeto a la autoridad gubernamental esté en crisis. En las elecciones siguientes se vota por la oposición y resulta igual. Hace tiempo, en un artículo titulado «Crueldad y civilización»2 comentaba: «Quien otorga más importancia al tener, pierde lo esencial y se vuelve cruel. El poder, así visto, es la cúspide del tener, para ocultar el no-ser». En puestos empresariales, gubernamentales y de servicios en general, encontramos a personas inadecuadas para el puesto. Como decía Weber,3 «diplomas, títulos y doctorados no garantizan la pericia, quienes los ostentan no necesariamente son los más capaces, lo grave es que asumen el mando de la sociedad». Consciente o inconscientemente, esas personas presienten o saben que nadie les mostrará respeto alguno, actúan, entonces, exigiéndolo e imponiendo sus decisiones alardeando de su superioridad. Lo grave de todas estas situaciones es que, los subalternos obedecen para mantener el puesto de trabajo, para no ser reprobados en una clase, para adular a ese jefe y subir en la escala… el respeto a la autoridad será simplemente una conveniencia y no una virtud personal.

Equipos,surgirá una insana lucha por derrotar a los tros equipos logrando mejor puntuación. Una sana competencia, que permita ver dónde están las fallas para corregirlas, tras una minuciosa revisión, es muy buena, pero esa competencia para  vender más, para ganar más clientes, para lograr las metas impuestas en cualquier servicio, pervierten el  trabajo, ya no es una forma de realización personal, es la lucha por sobrevivir. La consecuencia es que se forman personas con  alto nivel de despotismo, que se imponen a los demás, exigiendo respeto, porque lograron superar las metas impuestas por la empresa. De ellas no emanará la autoridad ni el respeto, lo impondrán a la fuerza porque son, supuestamente, superiores. Alcanzar las metas aniquilando a los demás, quizá dejándolos sin trabajo, no llevará jamás a alcanzar un trabajo solidario, una vida ejemplar en el quehacer diario. Sin embargo, no creo que la gente se haya vuelto mala, creo que el ser humano sigue siendo igual, quizá las  nuevas tecnologías permiten diferentes tipos de bajeza, pero también permiten nuevas formas de vivir la honradez, la responsabilidad… Pienso que, a final de cuentas, como ayer, hoy y siempre, la clave está en la educación, y ahí aprendemos a respetar.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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