MANUAL DE ZOOLOGIA FANTÁSTICA
Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero
Narrativa
FCE. México, 2007. 160 págs.
Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero
Narrativa
FCE. México, 2007. 160 págs.
Se cumplen ya 50 años de la primera aparición del volumen. Esta «marginalia» de la obra de Borges posee una historia editorial atípica, tan extraña como el libro mismo. Reeditado en 1968 como El libro de los seres imaginarios (su aparición más reciente bajo este título fue en 1998, gracias a la editorial Alianza de Madrid), Manual de zoología? es uno de los contados textos que Borges realizó en colaboración. En este caso con Margarita Guerrero, con quien también compartió crédito por su Martín Fierro, de 1953.
Realizado en el formato de una obra de consulta (sus autores no esperan que se lea de corrido, sino saboreándolo, a trozos, como los mejores diccionarios) se encuentra en la tradición de los bestiarios clásicos y los compendios imaginarios de la Edad Media, un tema que interesó tanto a Monterroso como a Flaubert. Así, bajo la sola regla de no recopilar criaturas producto de alguna metamorfosis (como los hombres lobo o el lobisón) y al tanto de que es imposible recopilar todas las combinaciones posibles (pues la zoología fantástica es producto de incontables intercambios anatómicos entre seres reales) se nos presenta una colección de seres nutrida de fuentes tan diversas como el Corán, Las mil y una noches, Las cartas edificantes y curiosas, el tratado Dudas y soluciones sobre los primeros principios de Damascio, los textos bíblicos e hindúes, la literatura clásica, la literatura oriental: en suma, el canon de la imaginación humana.
Contrario a los temores de sus autores, este libro no es oportunidad para el hastío ni el asco. Pues, en verdad, es una visita al zoológico de la mente, que crece exponencialmente. Un placer que, nos recuerdan sus autores en el prólogo, quizá por influencia platónica, quizá por Schopenhauer, siempre sabemos experimentar, al menos en nuestra niñez. Sin embargo, es posible que no esté de más insistir en la advertencia: No se siente a leer este libro como si fuera novela, que es un diccionario del vértigo, un vacío que linda en el infinito, un peligro. A bocados, es una delicia.
Realizado en el formato de una obra de consulta (sus autores no esperan que se lea de corrido, sino saboreándolo, a trozos, como los mejores diccionarios) se encuentra en la tradición de los bestiarios clásicos y los compendios imaginarios de la Edad Media, un tema que interesó tanto a Monterroso como a Flaubert. Así, bajo la sola regla de no recopilar criaturas producto de alguna metamorfosis (como los hombres lobo o el lobisón) y al tanto de que es imposible recopilar todas las combinaciones posibles (pues la zoología fantástica es producto de incontables intercambios anatómicos entre seres reales) se nos presenta una colección de seres nutrida de fuentes tan diversas como el Corán, Las mil y una noches, Las cartas edificantes y curiosas, el tratado Dudas y soluciones sobre los primeros principios de Damascio, los textos bíblicos e hindúes, la literatura clásica, la literatura oriental: en suma, el canon de la imaginación humana.
Contrario a los temores de sus autores, este libro no es oportunidad para el hastío ni el asco. Pues, en verdad, es una visita al zoológico de la mente, que crece exponencialmente. Un placer que, nos recuerdan sus autores en el prólogo, quizá por influencia platónica, quizá por Schopenhauer, siempre sabemos experimentar, al menos en nuestra niñez. Sin embargo, es posible que no esté de más insistir en la advertencia: No se siente a leer este libro como si fuera novela, que es un diccionario del vértigo, un vacío que linda en el infinito, un peligro. A bocados, es una delicia.
