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El espejo de la diversidad. Una irresistible sinestesia

Espiritualidad, vegetarianismo, yoga, meditación, Gandhi, Madre Teresa de Calcuta, son algunas de las palabras que asocio cuando pienso en la India. Otros grandes mexicanos encontraron ahí la fuente de su inspiración, ya literaria, como Octavio Paz, quien vivió en el subcontinente indio ocho años (en calidad de embajador plenipotenciario;temática, como José Vasconcelos, Francisco I. Madero y José Clemente Orozco; o simplemente literaria-espiritual como la escritora Elsa Cross.
Todos ellos tienen algo en común, ninguno pudo escapar al colorido fascinante de la India. Es aquí donde nuestros cinco sentidos entran de inmediato en un estado de alerta permanente, imposible resulta escapar al olor de jazmín que perfuma las cabelleras femeninas, a los intoxicantes biddis cigarros baratos que fuman generalmente los taxistas, al color rojo que guardan los labios carcomidos por el paan hoja de pimentero barrocamente rellena con nuez de areca, pétalos de rosas, coco dulce y cerrada con clavo de color, aunque el cliente puede preferir uno con sabor a tabaco. El incienso perfuma las tiendas e invita al transeúnte al regateo acompañado por una olorosa taza de chai (té) con sabor a cardamomo, el rey de las especias indias y que acompaña dignamente un postre a la vez tan mexicano e indio: arroz con leche.
Los colores también son ardientes, como sus platillos gastronómicos. Pienso en el naranja que de inmediato me remite a la ropa que usan los renunciantes del hinduismo y me traslada hasta la llegada de los grupos indoeuropeos al subcontinente hacia 1500 a.C.
Varios conceptos caracterizan esta religión: Dharma, que, si bien carece de un significado preciso en español, su concepto podría acercarse a palabras como ley, religión, vocación y justicia; Karma o acción, equivale a la idea de que a toda acción corresponde una reacción y está en estrecha relación a la condición que guarda un individuo en «su presente», determinado por sus acciones pasadas.
Recordemos que la India tiene fuertes raíces agrícolas y todo aquello que se siembre, se recogerá tarde o temprano; Samsara, la rueda infinita  de encarnaciones que nos remite a la idea de reencarnación y Moksha o liberación de toda atadura mundana, que, por ende, redime de la serie infinita de reencarnaciones.
Es preciso detenernos en el camino de Samsara y recordar que, dentro de la concepción hinduista, la máxima evolución adquirida es la humana y una vez alcanzada no existe involución, de acuerdo a este pensamiento, nadie puede reencarnar en rata o cucaracha. Sin embargo, la cadena exhaustiva de nacimientos y muertes determina a qué casta se pertenece y se reconoce a través del apellido, Sharma, por ejemplo, es el de la casta más alta, la sacerdotal.
Cuatro fueron las castas iniciales: Brahmanes o casta sacerdotal, kshatriyas o guerreros, vaisyas o comerciantes y sudras o el grupo más bajo en ésta pirámide jerárquica, encargado de las actividades más difíciles: artesanía y agricultura. Con el transcurso del tiempo estas cuatro divisiones iniciales caracterizadas por su endogamia (se casan sólo entre miembros de su mismo grupo) y su comensalidad (algunos cocinan con agua, otros con ghee manteca de mantequilla) han evolucionado hasta contar cuatro mil. Es preciso hacer notar que los matrimonios, en su mayoría, son arreglados por los padres; quienes pueden, buscan la pareja correcta a través de anuncios de ocasión en los principales periódicos indios; y las uniones por amor o allende la casta, la religión y la región geográfica, son escasas.

BUDA PROPONE EL CAMINO ÓCTUPLE

El color ocre y el naranja nos remiten a los monjes budistas, mensajeros perennes de la enseñanza universal del Buda histórico, Siddharta Gautama, «El Iluminado» nació en el 563 a.C. en la región norteña de la India conocida como Kapilavastu. Retomó los cuatro conceptos fundamentales del hinduismo y creó una forma de pensamiento característica que buscaba responder los cuestionamientos fundamentales de todo individuo: ¿Por qué sufrimos, envejecemos, enfermamos y morimos? Encontró que nuestras pasiones y sentidos provocan que nos aferremos a algo o alguien y tengamos continuas sensaciones y contactos con el mundo material que nos llevan al incesante encadenamiento de nacimientos y muertes.
Buda aporta una vía para la eliminar el sufrimiento: el Camino Octuple, basado en el valor de la rectitud. Todas nuestras acciones, aspiraciones, discursos, conductas, esfuerzos, meditaciones, pensamientos y forma de vida, deberán ir encaminadas en este sentido.
Thilakam, es el nombre sánscrito para definir la marca en la frente que llevan tanto hombres como mujeres hinduistas, el punto en la frente o bindi (bindu) es generalmente bermellón entre las mujeres casadas, aunque estas no han quedado exentas de la moda. Actualmente los vendedores de bindis ofrecen micas de todas las formas y colores y el color bermellón ha quedado reducido a los grupos más ortodoxos. Los varones pueden llevar la marca tradicional en la frente una vez que han tenido la «visión interna de la deidad» y el sacerdote o pandit toca la frente del devoto con el polvo rojizo, en esto consiste la «comunión» hinduista.
TAJ MAHAL, MONUMENTO AL AMOR ETERNO
El Islam llegó a la India en tres oleadas distintas desde el 712 d.C. e impactó de inmediato la cultura hindú al confrontarla con una religión monoteísta e iconoclasta que encontraría su máxima expresión bajo el auspicio del emperador mogol Shah Jahan y su bellísimo mausoleo, el Taj Mahal, monumento al amor eterno hecho para rememorar a su mujer la emperatriz Mumtaz Mahal, fallecida al dar a luz a su catorceavo hijo.
El Fuerte Rojo, localizado en la Vieja Delhi, también es testimonio de la arquitectura imperial mogólica. Las calles son estrechas y pululan callejones que rodean la Mezquita del Viernes, la más grande de toda Asia, por doquier vemos fieles que se acercan al rezo invitados por el Muecín, las mujeres van cubiertas con velos de color negro y nos invitan a interrogarnos sobre su identidad, como fantasmas ennegrecidos pasan junto a nosotros dejándonos tan sólo la intensidad de sus miradas enmarcadas por el kajal, un colirio antiséptico. Llevan en el regazo dos o tres niños, cada uno tiene un diminuto punto en la mejilla para prevenir las envidias y el mal de ojo.
Las callejuelas parecen aún más estrechas cada año, al paso del cortejo fúnebre que rememora el fallecimiento de los nietos del Profeta Mahoma, en Karbala, ahora Iraq, hacia el 680 d.C. Todo a su paso se tiñe de verde color de las banderas de los fieles islamitas y los féretros simulados son tesoros de la artesanía nativa y se hallan ricamente decorados con papel de china, diminutos espejos y un caballo blanco sin cabalgadura que encabeza la procesión del dolor que recuerda a la de Sevilla en Semana Santa.
GURÚ NANAK, INCIADOR DEL MOVIMIENTO RELIGIOSO ECLÉCTICO
A pocos pasos, cerca de la populosa avenida de Chandi Chowk, se localiza el Templo Sikh o Gurdwara, a él acuden diariamente incontables devotos de Gurú Nanak, inciador del movimiento religioso ecléctico que fusionaba temas tanto del hinduismo como del Islam que vería la luz en el norte de la India hacia el siglo XV. Llama la atención de todo visitante el porte militar de los sikhs, el colorido de sus turbantes, algunos azules, otros negros, pocos saben que existe debajo un cabello nunca cortado y en algunos casos, la larga barba debe de ser enrollada como parte de la identidad sikh.
De regreso a la avenida real, el Hospital para aves llama nuestra atención, es un remanso de paz para animales moribundos, no sólo aves, aquí se pueden ver vacas atropelladas, perros sarnosos, caballos cansados por el trajín diario… Todos han llegado a un verdadero santuario de la No-violencia o Ahimsa, prédica jainita inspiradora del pensamiento del Mahatma. Los Jainas visten en su mayoría de blanco y llevan un tapabocas y una pequeña escobilla con la que evitan pisar al más diminuto de los insectos, su filosofía fue contemporánea a la del Buda y fue Mahavira (599-527 a.C.) uno de sus últimos representantes.
Las viudas hindúes también visten de blanco y, a diferencia de las mujeres jainitas, no llevan tapabocas ni escobillas, algunas han sido arrojadas de sus hogares y viven de la mendicidad, llevan luto y carecen de afeites, es decir del punto en la frente, algunas llegan a raparse y no portan pulseras de colores.
AYUDAN A LA NATURALEZA A TEÑIRSE DE NUEVOS BRÍOS
La explosión de colores naranjas, rojos, azules, verdes, negros y blancos viene con el festival de Holi, que anuncia la llegada de la primavera, el cambio de estación que le permite al hombre arrojarse puñados de color, jeringazos de agua colorida, como un Sábado de Gloria, para ayudarle a la naturaleza a teñirse de nuevos bríos por medio de una batalla campal allende religiones, filosofías y clases sociales.
Huelga decir que al día siguiente todo es color, cruzan las calles perros azules, vacas moradas, nos atienden empleados postales pintados de naranja y secretarios de Estado con caras verdes por las anilinas ricas, por cierto, en plomo. En un primer vistazo pensaríamos que estamos bajo los efectos de algún potente alucinógeno, sin embargo, los gritos de HOLI JE! (¡es HOLI!) nos envían de nueva cuenta a la festividad del color.
Cuando repaso estas escenas indias, vienen a mí las sabias palabras de Octavio Paz: «La India es una gigantesca caldera y aquel que cae en ella no sale nunca».

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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