La memoria de Shakespeare
Jorge Luis Borges
Cuentos
Emecé, Buenos Aires, 2005. 50 págs.
Jorge Luis Borges
Cuentos
Emecé, Buenos Aires, 2005. 50 págs.
Sí, hay que leer a Borges. Muy fácil, ¿no? Leer a Borges. Eso es para quienes desean empaparse de erudición, mientras sus ojos se secan en las miles de páginas que legó a la humanidad el orgullo de Buenos Aires.
Pero el resto, los de a pie, ¿por dónde empezamos? Afortunadamente, Emecé ha enviado a las librerías una antología breve y sustanciosa de sólo cuatro cuentos —¿puede creerlo? ¡Cuatro!— del prodigio argentino.
Se trata de un verdadero alivio para quienes gustan de leer poco y quieren salir del páramo cultural en el que viven para adentrarse en un mundo literario de tigres, laberintos, sueños y espejos, sin sufrir con el Borges engolado que, a la menor provocación, los intelectuales se empeñan en dibujar ante nuestra mirada ignorante.
Los relatos aquí reunidos fueron publicados entre 1977 y 1983 («Agosto 25, 1983», «Tigres azules» y «La memoria de Shakespeare», en periódicos argentinos, y «La rosa de Paracelso» en el libro Rosa y azul). Su lectura deja la misma impresión que queda luego de probar un bocado exquisito, algún capricho de repostería, una porción pequeña y suficiente, horneada por un genio.
Victor Isolino
Pero el resto, los de a pie, ¿por dónde empezamos? Afortunadamente, Emecé ha enviado a las librerías una antología breve y sustanciosa de sólo cuatro cuentos —¿puede creerlo? ¡Cuatro!— del prodigio argentino.
Se trata de un verdadero alivio para quienes gustan de leer poco y quieren salir del páramo cultural en el que viven para adentrarse en un mundo literario de tigres, laberintos, sueños y espejos, sin sufrir con el Borges engolado que, a la menor provocación, los intelectuales se empeñan en dibujar ante nuestra mirada ignorante.
Los relatos aquí reunidos fueron publicados entre 1977 y 1983 («Agosto 25, 1983», «Tigres azules» y «La memoria de Shakespeare», en periódicos argentinos, y «La rosa de Paracelso» en el libro Rosa y azul). Su lectura deja la misma impresión que queda luego de probar un bocado exquisito, algún capricho de repostería, una porción pequeña y suficiente, horneada por un genio.
Victor Isolino
