Comentario de Leticia de León
Leer biografías e intentar aprender de los protagonistas y héroes es costumbre antigua, lo mismo que traspolar conocimientos y experiencias militares a la empresa. Lo que resulta novedoso es hacerle la tarea al lector, al sistematizar los aprendizajes que se pueden extraer de un personaje y relacionarlos con una actividad específica de nuestro tiempo.
Desfila por las páginas del libro el singular estratega quien, dotado de una tremenda dosis de ambición, supo concretar y comunicar su visión. Un líder insatisfecho ante una realidad concreta, que convierte en reto transformarla a su manera, y que es capaz de materializar los deseos de su gente y hacerle sentir la posibilidad de alcanzar un sueño. Y es que conquistar Persia era el sueño de Alejandro, pero también de todos los macedonios.
EL ARTE DE DIRIGIR HACE 23 SIGLOS
Vemos cómo el rey guerrero proyecta su visión, señala el camino y construye un plan sincero y convincente. Se comunica con sus ejércitos por medio de metáforas concretas, busca la retroalimentación y recurre a las adaptaciones tácticas necesarias para conseguir sus objetivos.
Sigue los pasos requeridos para una comunicación adecuada: contacto personal (se dirige personalmente a su equipo), reconoce los méritos de su gente, hace referencia a valores morales que inspiran su visión (hombres libres frente a esclavos), alimenta su propio mito (la divinidad está de su parte), deja clara la retribución (recompensa para todos) y la consecución del objetivo final (tras esto, regreso triunfal a casa).
En cuanto a la gestión de equipos, elige a sus generales, los hace partícipes de su proyecto y los escucha. Les da el poder necesario para que actúen empowerment y capacita a todo el ejército con una disciplina que lo vuelve imbatible. Con entrenamientos constantes y especialización dispone diferentes formaciones de ataque y defensa. La caballería como cuerpo de choque y la temida falange, que se convierte en punto de referencia de las fuerzas macedonias.
Al servicio de la estrategia aplica la tecnología disponible: una hoja en cada punta para las lanzas de la caballería y la sarissa, esa larga y temible lanza de la infantería, que se desarma para facilitar su transporte durante la marcha.
Conoce las ventajas de la flexibilidad, de la rapidez de su ejército para desplazarse o cambiar de táctica en el último minuto, lo que le facilita muchos triunfos.
Seguramente bien asesorado, cuida el manejo de las finanzas de su imperio, acuña una moneda de oro que circula por el Mediterráneo y parte de Asia, y guarda suficientes reservas de oro.
Al organizar los territorios conquistados, Alejandro Magno quien fuera discípulo de Aristóteles supo innovar combinando los diversos estilos locales con el macedonio y buscando orden y eficiencia.
Impulsado unas veces por motivos militares y otras por económicos, fundó cerca de 70 ciudades y a todas las dotó de instituciones helénicas (asamblea, consejos y magistraturas, mezclando griegos, macedonios y nativos del lugar). Con ello facilitó la helenización de la zona y fue tejiendo una tela de araña que asegurara la estabilidad y el desarrollo económico de los territorios, condiciones necesarias para mantener el estatus.
Se ocupó también de la cultura. Para fortalecer las rutas marítimas e impulsar el comercio que uniría Oriente y Occidente fundó muchas ciudades portuarias y ordenó el dragado de ríos y puertos que permitieran el tránsito de los barcos mercantes.
Sin embargo, el proyecto de Alejandro Magno, un imperio económico regido por la sabiduría del mundo clásico y unido por la lengua y cultura griegas, se vio truncado por su muerte, a los 33 años de edad.
El libro de Antonio Ortega consigue que el lector llegue al final con la curiosidad de adentrarse en la biografía del personaje, habiendo recibido una útil enseñanza en esta reflexión sobre sus aciertos y errores, y un ejemplo de cómo aplicar la lección a otras realidades.
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*Ediciones Internacionales Universitarias. Madrid, 2005, 3ª ed . 144 págs.
