Un día más con vida
Ryszard Kapuscinski
Anagrama. Barcelona, 2003. 182 págs.
Ryszard Kapuscinski
Anagrama. Barcelona, 2003. 182 págs.
Durante 22 años, Kapuscinski (Polonia, 1932) fue corresponsal de la Agencia Polaca de Prensa. Colaborador del New York Times, Times y Frankfurter Allgemeine Zeitung.
Para un hombre como Kapuscinski, que no escribe de la gente si no ha compartido con ella por lo menos una pequeña parte de su vida, las experiencias diarias no podrían ser más extremas.
Al situarse en la médula de la contienda por Angola, compartió con sus habitantes las condiciones de la guerrilla y la podredumbre de las calles. La escasez y la violencia se escapan de las páginas, y la tensión se sostiene durante el recorrido por el territorio angoleño.
No sólo el compromiso con su profesión lo movió a estar presente en un acontecimiento que acaparó la atención mundial en los años setenta, también fue el deseo de distinguir en lo individual las caras de los desafortunados, como las de los jóvenes que anhelan asistir a la escuela pero son obligados a ir a al frente, sin perder ni un solo segundo la esperanza de sobrevivir.
Cada día es una agonía que se prolonga, sin dejar de mezclarse con episodios surrealistas como idas al cine y fines de semana pacíficos, cuando todo el mundo tiene derecho a dormir, y eso sí, a diferencia de la vida del enemigo, se respeta.
Para un hombre como Kapuscinski, que no escribe de la gente si no ha compartido con ella por lo menos una pequeña parte de su vida, las experiencias diarias no podrían ser más extremas.
Al situarse en la médula de la contienda por Angola, compartió con sus habitantes las condiciones de la guerrilla y la podredumbre de las calles. La escasez y la violencia se escapan de las páginas, y la tensión se sostiene durante el recorrido por el territorio angoleño.
No sólo el compromiso con su profesión lo movió a estar presente en un acontecimiento que acaparó la atención mundial en los años setenta, también fue el deseo de distinguir en lo individual las caras de los desafortunados, como las de los jóvenes que anhelan asistir a la escuela pero son obligados a ir a al frente, sin perder ni un solo segundo la esperanza de sobrevivir.
Cada día es una agonía que se prolonga, sin dejar de mezclarse con episodios surrealistas como idas al cine y fines de semana pacíficos, cuando todo el mundo tiene derecho a dormir, y eso sí, a diferencia de la vida del enemigo, se respeta.
