Suscríbete a la revista  |  Suscríbete a nuestro newsletter

Los hijos don o derecho

Nuestra época podría denominarse de «la medicina del deseo». En este sentido, la opinión pública se ha centrado en cómo impedir que nazcan hijos no deseados. La técnica médica ha proporcionado un arsenal de anticonceptivos para evitar la procreación del intruso que pretende invadir el útero sin ser invitado. Si la técnica falla, queda la posibilidad de la «interrupción voluntaria del embarazo», ya que el hijo no planificado se ha convertido en un indeseable al que la ley ha dejado de proteger.
Ahora la opinión pública apoya los hijos muy deseados y las nuevas técnicas de reproducción asistida al servicio de las ansias de paternidad defraudadas. Aunque es normal querer descendencia, éste, como tantos deseos, no se puede satisfacer a cualquier precio, sino por medios que no se opongan a la naturaleza y dignidad de la persona, como la adopción o el tratamiento médico que no sea sustitutivo del acto procreativo.
La vida humana nunca puede ser instrumento para el beneficio de otras personas. Las técnicas de reproducción asistida convierten al niño en un objeto para satisfacer todo tipo de deseos . Sin embargo, sabemos que los progenitores que se someten a tales técnicas no son plenamente conscientes de estas pulsiones, y sus sentimientos son los normales en cualquier pareja que se ama. No es nuestra intención cuestionar los sentimientos de nadie, ya que en sí mismos no pueden ser puestos en tela de juicio, sino dar una orientación ética sobre las técnicas, como medio para lograr el fin tan extraordinario de la paternidad.

ETICIDAD DE LAS TÉCNICAS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA

El juicio ético de cualquier acto se puede dar previo a la acción o en retrospectiva, para obtener un aprendizaje útil en conductas posteriores. Hemos de considerar tres elementos en el juicio ético:
1. La moralidad del acto en sí mismo.
2. La finalidad del acto.
3. Los medios que se emplean para ejecutarlo.
Al analizar estos elementos, las normas de la conciencia moral indican que si el fin y/o el medio son inadecuados, no debe actuarse. Solamente se debe actuar si ambos son buenos o neutros. En caso de duda no se debe actuar sin antes aclararla. En Bioética, hay que confrontarlo, además, con la jerarquía de valores de la persona, y conocer tanto la parte técnica del acto como los valores que implica.
1. Hijos a toda costa
Un hijo siempre es un don, es decir, una bendición. No importa la fe que se profese, es difícil no experimentar la grandeza del don recibido. Desde la ley natural se intuye que el hijo es una persona diferente de los padres y con una identidad, personalidad y destino propios.
Al nacer, sus padres lo admiran, aunque ignoran el derrotero que tomará su vida. Con seguridad el hijo les causará no pocos problemas, responsabilidades y trabajos, pero nunca será en sí mismo un problema. Y aún para quien no profese ninguna fe, es evidente que el hijo ha sido creado, a veces a pesar de los padres -los abortos voluntarios confirman este hecho-. Si alguien pudiera crear personas, necesitaría ser infinitamente superior.
Incluso en la clonación de un humano la concepción es un don. En todas las técnicas de reproducción asistida, las acciones realizadas parten de elementos naturales preexistentes creados por «alguien» creador. El equipo médico sabe muy bien que cada fecundación lograda, cada gestación y, desde luego, cada nacimiento, se ha debido a una intervención suya, pero es sólo el resultado del acto creador no controlado por el equipo de profesionales. De otra forma no existiría ningún fracaso.
Para un matrimonio que se ama, el hijo es un bien deseado y apreciado. Y si la concepción o el nacimiento no se logran, hay una fuerte dosis de frustración y sufrimiento. Todos los esfuerzos de la medicina para ayudar a superar las patologías que causan este problema, son válidas y deseables. No conocemos a ningún equipo de técnicas de reproducción asistida que no desee ayudar a sus pacientes. Pero existen límites, objetivamente evidentes, de la naturaleza creadora y de la naturaleza de la persona creada -el hijo por nacer-, de la persona de cada uno de los padres y de los integrantes del equipo de salud.
Lo primero que hay que preguntarse es si el hijo es un don o un derecho. Si es un derecho, podemos realizar cualquier acto para tenerlo; además de ser un derecho natural que ningún Estado puede otorgar o quitar: ha existido y seguirá existiendo en toda la historia de la humanidad. Entonces, en una hipótesis absurda, podría afirmarse que si en realidad tener hijos fuese un derecho natural, antes de estas técnicas habría sido lícito comprar hijos.
En cambio, si el hijo es un don, por más que se desee, dicho don puede no ser otorgado. Si es así, es lícito superar obstáculos de acuerdo a la naturaleza ontológica que poseemos, es decir, dentro del marco procreativo de la unión conyugal, y emplear el conocimiento científico para ayudar a la naturaleza biológica, pero no para sustituirla.
2. Nadie tiene derecho absoluto a un hijo
Las técnicas de reproducción asistida no son terapéuticas, no curan la infertilidad o esterilidad, ya que después la pareja seguirá siendo infértil. Sólo logran la concepción del hijo algunas veces y, en ocasiones, con consecuencias tan graves como suprimir o congelar la vida de otros «hermanitos sobrantes».
La finalidad del acto conyugal es unir totalmente a la pareja -en sus dimensiones física, espiritual y emocional-, y permitir a la «naturaleza creadora» crear una persona. Es un acto ontológicamente acorde con la persona humana. Sin embargo, la finalidad del acto técnico de la reproducción asistida -tener un hijo a toda costa- se visualiza de forma equivocada. Y la presión emocional es tan fuerte que es difícil ser objetivo.
La reproducción asistida altera el sistema natural de transmisión de la vida, que ya no es fruto de la unión de los esposos como expresión de amor, sino de un acto técnico, en el que interviene un conjunto de personas que manipulan los embriones, los seleccionan, transplantan, congelan, donan y someten a un control de calidad.
Los animales se pueden manipular al servicio del hombre, pero el ser humano no puede ser «fabricado» por otro en un sistema de producción con su correspondiente «control de calidad» de tipo abortista; es contrario a la dignidad de la vida humana.
En la reproducción asistida se antepone el deseo de ser padres biológicos al derecho del hijo a ser procreado de una forma digna, es decir, de acuerdo a su esencia y naturaleza de persona, con unos padres conocidos y a ser formado en una familia. Se desentiende de los derechos del hijo y no regula las posibles repercusiones de estas técnicas en él.
No existe una necesidad vital de procrear, ni nadie posee un derecho absoluto e incondicionado a tener un hijo, ya que ninguna persona es debida a otra, como si fuese un bien instrumental. El legítimo deseo de un hijo debe ir acompañado de la responsabilidad para buscar las mejores condiciones para su concepción y desarrollo como persona. Sería contrario a su dignidad tratarlo como un objeto de propiedad en vez de como un sujeto personal de derechos. No existe un derecho humano a transmitir la vida por cualquier medio y a cualquier precio, sería contrario a la dignidad del hijo.
Nadie puede cuestionar la licitud de un acto terapéutico justificado, pero las técnicas de reproducción asistida no son terapéuticas, sustituyen el acto conyugal en su doble dimensión unitiva y procreativa, y en muchos casos conllevan poner en peligro la vida del embrión. El hijo no es objeto de propiedad; sería una posesión egoísta e implicaría una explotación desde su origen.
Por ello, preocupa que la reproducción asistida esté al servicio de la ilusión del paciente, quien rechaza cualquier consideración ética sobre el procedimiento; los equipos médicos tratan de satisfacer la demanda buscando el aspecto lucrativo, sin más límites que lo técnicamente posible y rechazando también la consideración ética.
3. ¿El último camino para tener un hijo?
Hay que considerar que el fin no justifica los medios. Por ejemplo, el fin del transplante de tejidos fetales es bueno, y si proceden de un aborto espontáneo, el medio es adecuado porque ese feto se considera igual que un cadáver; pero si proceden de un aborto inducido, el medio no es adecuado porque equivale a realizar un homicidio para conseguir órganos.
Para determinar si los medios utilizados en las técnicas de reproducción asistida son éticamente adecuados, se enumerarán algunos eventos problemáticos comunes, aunque principalmente se refieren a la FIVET (fecundación in vitro y transferencia de embriones, por sus siglas en inglés), y se analizarán sus consecuencias éticas.

RIESGOS PSÍQUICOS

Al alterar el sistema natural de transmisión de la vida y producir una disrupción de la dimensión procreadora, estas técnicas pueden favorecer el desarrollo de problemas emocionales en los padres, el hijo e incluso los donadores de gametos.
En la mujer. Estas técnicas son procedimientos complejos, llenos de sufrimientos, angustias y humillaciones para la mujer, al tener que sustituir el acto conyugal por una serie de actos médicos, técnicos y quirúrgicos, que convierten a la pareja en simples dadores de gametos: el hijo será considerado fruto de un equipo médico.
Por otra parte, la mujer deberá soportar la medicación, continuos análisis, punciones, intervenciones quirúrgicas y, con frecuencia, una cesárea. Pero después de ese tremendo esfuerzo, lleno de inquietudes y angustias -aunque muchas no son expresadas de manera consciente y están enmascaradas por la ilusión del hijo-, en muchos casos solamente se obtiene el fracaso, que produce desilusión, miedo y, a veces, graves trastornos psíquicos.
Existe también un sentimiento de culpa, al saber que las técnicas de fecundación in vitro presuponen la muerte de varios de los hermanos de manera directa o indirecta, y también tras la decisión de crioconservar los embriones sobrantes.
En caso de que exista un donador de semen, se introduce un tercer elemento en la pareja, y se degradan así el aspecto de la paternidad del donador y el de filiación del hijo. La mujer, a quien se le aconseja no pensar que lleva un germen de origen desconocido, con el tiempo soñará con quien la hizo fecunda y le dio la mitad de las características de su hijo. Puede llegar a tratar de desvelar su identidad o arrepentirse de no haberlo conocido.
En respuesta a todos estos riesgos psíquicos, en muchas de las clínicas existen grupos terapéuticos de apoyo.
En el hombre. Los problemas emocionales son aún más complejos en el caso del hombre. Si durante la gestación fisiológica muchas veces el padre se siente desplazado, el sentimiento es aún más intenso en estos casos, ya que el protagonista principal es el equipo técnico, sobre todo el médico a cargo de la madre. Pero el problema se agrava si él no será el padre y se introduce una tercera persona en la pareja, a quien envidiará sus capacidades. Todo ello puede perturbar la unión del matrimonio y la relación con el hijo.
En los donantes. Aunque se habla poco de los problemas emocionales para los donadores de semen, el mero hecho de ser seleccionados sólo por características biológicas saludables, reafirma la idea subyacente de que su valía personal se debe a su cuerpo. Estas personas sufren un proceso de degradación personal, y ni siquiera reciben por ello la alegría del hijo concebido.
En los hijos. Los problemas psicológicos de los niños concebidos con estas técnicas son similares a los que sufren todos los niños considerados con el término obstétrico «producto valioso de la concepción».
Como los padres, sobre todo la madre, han deseado por un tiempo prolongado el embarazo, cuando al final lo logran con estas técnicas sofisticadas, la intervención de tantas personas y un elevado costo físico, emocional y económico, existe una tendencia narcisista a desear al hijo según sus fantasías previas, así como una fuerte inclinación a sobreprotegerlo, en el mejor de los casos. No significa que todos los padres que se sometieron a la reproducción asistida presentan estas características, pero se ha observado entre ellos una tendencia importante .
Por otra parte, conocer que ha sido concebido de forma artificial, en la frialdad de una probeta, puede influir fuertemente en la personalidad del hijo y afectar su identidad personal, los sentimientos hacia sus padres y su percepción de la realidad; puede sentirse distinto, con vivencias de marginación o confusión sobre su imagen.
Si el hijo procede de donantes en una fecundación heteróloga y, por su carácter, decide conocer la identidad del progenitor biológico, debería tener el derecho jurídico a ello. Desde el punto de vista ético lo tiene siempre, ya que cuando se alcanza el uso de la razón hay una necesidad profundamente enraizada en el ser humano de conocer a su progenitor.
Todos necesitamos situarnos en relación a una historia, una familia, lo que forma parte esencial de la propia identidad. Impedir el derecho al sentido firme e inequívoco de su identidad personal puede afectar la emotividad del hijo y dar lugar a alteraciones psicopatológicas. Sin embargo, las legislaciones de muchos países, como Noruega, Inglaterra y España, no lo permiten.
Otro riesgo emocional para el niño deriva de que en algunas legislaciones, como la española, se permite la reproducción asistida a una mujer sola con semen de un donante o la fecundación postmortem, creando de esta forma una situación positiva de falta de padre. Se condena a los hijos a una orfandad planificada, al eliminar su derecho a nacer y ser educados en el entorno familiar adecuado que se requiere para su sano desarrollo natural.

RIESGOS FÍSICOS

Los principales riesgos físicos a considerar para determinar si son éticamente adecuados los medios utilizados en la reproducción asistida, son:
Estimulación ovárica. Si se realiza con fines terapéuticos e independiente a otras técnicas de reproducción asistida, es un acto terapéutico y ético. Presupone el intento de ayudar al proceso fisiológico: al lograr una ovulación periódica o múltiple se incrementa la posibilidad de fecundación.
Es evidente que hablamos de una estimulación realizada de manera adecuada, con medicamentos y dosis probadas, legales, y sin poner a la paciente en riesgo de caer en el síndrome de hiperestimulación ovárica. Sin embargo, si esta técnica sólo se usa como paso previo a la fecundación extracorpórea, aunque el medio sea bueno, la finalidad no lo sería y, por consiguiente, se considera éticamente incorrecta.
Síndrome de hiperestimulación ovárica. Complicación por utilizar dosis muy altas para la estimulación ovárica o al repetir la estimulación en un número excesivo de intentos. El síndrome incrementa el peligro de serios trastornos de coagulación, con tromboembolias, así como hemoconcentración, hipovolemia y enfermedades degenerativas a inflamatorias que, en casos severos, pueden producir la muerte. La responsabilidad ética responde al hecho de que la paciente lo conozca y el médico lo evite en la medida de lo posible.
A nivel obstétrico. Aumentan significativamente las tasas de embarazos múltiples, ectópicos [fuera de la matriz], abortos espontáneos, prematuros en los embarazos únicos y más todavía en los múltiples.
Un gran número de nacimientos múltiples se deben a la fecundación in vitro, en cualquiera de sus variantes, y a los tratamientos de fertilidad, dado que a veces se transfieren cuatro o más embriones a la vez para aumentar la probabilidad de éxito.
En la fecundación in vitro disminuye de manera significativa la edad gestacional en el parto y hay mayor incidencia de niños pretérmino. También crece la mortandad perinatal en partos únicos, y aún más en gemelos o partos triples.
Por la elevada tasa de complicaciones, este tipo de embarazos siempre representan casos de riesgo obstétrico. Requieren atención especial y muchos de ellos hospitalización.
En relación con los embarazos normales, se presentan más casos de hipertensión, diabetes melitus gestacional, sangrado vaginal o placenta previa. También hay más cesáreas por razones obstétricas, tanto en embarazos únicos como gemelares. A veces se atribuye el incremento de las complicaciones obstétricas al embarazo múltiple, pero también sucede en embarazos únicos con fecundación in vitro.
A nivel pediátrico. Al aumentar las complicaciones neonatales, los niños de la FIVET corren más riesgos fetales y perinatales, y presentan peor salud que los demás niños, tanto en embarazos únicos como en múltiples. Todo ello incrementa la frecuencia de cuidados en las unidades neonatales, el tiempo de hospitalización y el costo del cuidado.Se ha descrito una mayor frecuencia de ducto arterioso patente, de sepsis, del síndrome de distrés o angustia respiratoria, de necesidad de oxigenoterapia o ventilación mecánica. También hay más riesgo de muerte súbita, que puede deberse a la hiperestimulación ovárica, la primiparidad o la mayor edad de la mujer.
Es más probable que los niños de fecundación in vitro sean pequeños para su edad gestacional, tanto en partos únicos como en múltiples. Muchas complicaciones se asocian a la condición de prematuro, a los partos múltiples y al hecho de ser niños pequeños para su edad gestacional, por ello, también crece la incidencia de secuelas a largo plazo.
La presencia de malformaciones congénitas en los niños de fecundación in vitro es ligeramente mayor, ya que la técnica puede inducirlas. Los estudios no muestran diferencia significativa respecto a los nacimientos normales, pero hay que tomar en cuenta que siempre se realiza un diagnóstico prenatal, y en caso de malformaciones está indicada la posibilidad del aborto provocado para asegurar el prestigio de la técnica y evitar los problemas de demandas legales por la manipulación que sufrieron los embriones.
Selección de embriones. Es natural participar de la alegría ante el nacimiento de un niño, sea probeta o no, pero no podemos olvidar que los niños probeta son vencedores de un proceso en el que se sacrifica deliberadamente a varios hermanos, tanto por las deficiencias de la técnica, como porque no pueden transplantarse al útero todos los cigotos obtenidos.
Como muere más de 90% de los embriones humanos formados en la FIVET, para que nazca un niño con esta técnica se sacrifican entre nueve y diez hermanitos. Pero al margen de la cifra, bastaría una sola vida para saber que se está cometiendo un homicidio. En Estados Unidos, el porcentaje de supervivencia fue de 3.7% entre 1999 y 2000 (de 15,281 embriones transplantados sólo 568 terminaron en nacimientos, mientras que 14,713 acabaron en abortos).
No se puede justificar crear en el laboratorio seres humanos con tan pocas probabilidades de supervivencia; supone explotar la vida humana, sacrificando a muchos para obtener una sola vida útil.
A veces, se pretende justificar la elevada mortandad de embriones debida a las deficiencias de la FIVET, argumentando que también mueren embriones en el proceso natural, aunque en menor grado (entre 40 y 60%), por anomalías cromosómicas y estructurales que les hacen incapaces de proseguir el desarrollo, dando lugar a abortos espontáneos precoces. Sin embargo, la selección espontánea de la naturaleza no es equiparable al acto humano libre y voluntario de eliminar o poner en riesgo conocido la vida de un individuo incapaz de defenderse, sólo por el deseo de un hijo biológico.
Las muertes en la FIVET son responsabilidad humana y no del azar; son voluntariamente aceptadas o toleradas, aunque no se pretendan intencionalmente. No es lo mismo que existan muertes por una catástrofe, que realizar una acción que se sabe tendrá ese efecto.

DESTINO DE LOS EMBRIONES SOBRANTES

Un grave problema de la FIVET es que se acumulan miles de embriones sobrantes, con los problemas éticos que supone su destino: crioconservación, destrucción y experimentación o manipulación genética.
Se crioconservan para implantarlos después a sus padres o donarlos a otras parejas, a veces sin el conocimiento de los padres donantes o receptores, pues las parejas no suelen aceptar embriones sobrantes de otros.
La congelación es una ofensa a la dignidad del ser humano pero, además, expone a los embriones a grave riesgo de muerte, ya que al descongelarse un alto porcentaje muere o se desecha por estar dañado.
Aunque un estudio con ratones nacidos de embriones congelados sólo detectó a corto plazo menor probabilidad de implantación , indicó que hay posibilidad de efectos a largo plazo: cambios celulares y bioquímicos dramáticos que pueden afectar a los genes.
Destrucción. Algunas legislaciones -Inglaterra y España- permiten la crioconservación hasta cinco años. Al cumplirse el plazo, han decidido ampliarlo o destinar embriones a la investigación. No obstante, en el caso de que su sacrificio vital llegue a redundar en un nuevo conocimiento, no se beneficiarán del mismo. Su vida o muerte depende de la decisión de otro, lo que es incompatible con la dignidad del ser humano y el respeto a la vida.
Experimentación o manipulación genética. Muchos científicos han denunciado que el objetivo básico de muchos programas de FIVET es experimentar en embriones humanos, y que curar la esterilidad es un pretexto o forma de conseguirlos sin problemas jurídicos. En muchos países es legal y se hace con toda impunidad. Pero bajo ningún pretexto los embriones humanos pueden ser objetos de experimentación para ser mutilados o destruidos, menos ser producidos para explotarse como material biológico para la investigación.
La realidad es que la investigación basada en la manipulación de embriones humanos apenas ha producido resultados científicos en los últimos años y, hasta ahora, ninguna enfermedad ha sido identificada o curada mediante ella; mientras que la investigación genética en células humanas o embriones animales está permitiendo avanzar con rapidez en la comprensión de muchas enfermedades. Por otra parte, se dice que la investigación se realiza con fines terapéuticos, lo cual es una contradicción, ya que los embriones no serán curados, sino destruidos.
La ciencia debe seguir investigando sobre medios eficaces, de bajo riesgo y respetuosos de la dignidad humana, para ayudar a quienes sufren esterilidad o infertilidad. El médico está al servicio de la persona y la procreación humana, y no le corresponde la facultad de disponer o decidir sobre ellas. La intervención médica no puede sustituir el acto conyugal para obtener una procreación que no está al servicio de la unión conyugal, sino que se apropia de la función procreadora y contradice la dignidad y los derechos inalienables de los esposos y de la persona que ha de nacer .
Se ha dicho que utilizar embriones humanos para la ingeniería genética es una «pendiente resbaladiza». En 1987, Jacques Testard -quien en 1972 consiguió el nacimiento de dos terneras por FIVET y en 1981 el primer niño probeta francés- decidió retirarse del campo de la procreación asistida. En una de sus reflexiones, afirma: «Ya es hora de dejar de creer, o mejor dicho de fingir creer, que la investigación es neutra y sólo sus aplicaciones pueden ser calificadas como buenas o malas. Querría que alguien me demostrara que, al menos una vez, un descubrimiento científico no se ha aplicado cuando había una necesidad ya existente o por él mismo creada. Es en la base del descubrimiento donde hay que tomar las decisiones éticas. Si se sigue el camino actual, se acabará tratando al ser humano como una mercancía y no como una persona».
_________________

*Resumen de los capítulos 3 al 6 del libro Diez temas de reproducción asistida, de Javier Marcó y Martha Tarasco. EIUNSA. Madrid, 2001.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

Newsletter

Suscríbete a nuestro Newsletter