Suscríbete a la revista  |  Suscríbete a nuestro newsletter

Cannes 2002, dramas, conflictos y pasiones

DE NUEVO, EXCESOS

Cannes sigue en plena expansión. Dada la imposibilidad material de ver todo lo que el festival ofrece, no es necesario insistir que nos limitaremos a reseñar las obras en competición y algunas otras presentadas fuera de concurso, en secciones que constituyen otros tantos festivales paralelos.
Quizá la batalla más importante de Cannes, además de que necesita ganar terreno para albergar sus múltiples actividades, sea la de los seleccionadores, que habrían visto este año 2,281 películas de 89 países (939 películas y 1,342 cortometrajes), de las cuales sólo 22 figuran en la competición.
Si Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia presentan varias películas, los otros países se contentan con una. Naturalmente, los ausentes España o Alemania consideran la negativa como una afrenta. No faltan quienes acusan al festival de estar en manos de una grupo de seleccionadores «integristas», defensores incondicionales del «cine de autor».
Los responsables del festival afirman que no hay un club cerrado ni «abonados» y que Cannes desea mostrar el cine en sus diversas formas. Con todo, parece evidente que ciertos autores serán siempre privilegiados, aunque aparezcan nuevos.
La presentación fuera de concurso del Episodio II de Star Wars, sería la coartada perfecta para asegurar que Cannes ama las obras populares, y la presencia de decenas de actores norteamericanos probaría también que no hay animadversión hacia el cine estadounidense, aunque en la selección sólo figuren obras del llamado «cine independiente».

BAJO EL SIGNO DE LA SEGURIDAD

El 55° Festival de Cannes podría pasar a la historia por las estrictas medidas de seguridad. Su prestigio lo convierte en caja de resonancia ideal para una eventual acción terrorista.
Cada entrada al Palacio de los Festivales suponía someterse a un triple control, que obligaba a no perder contacto con la realidad. El cine no es un refugio contra los dramas del mundo, a pesar de la inauguración festiva que ofreció Woody Allen con Hollywood Ending, divertida comedia sobre las aventuras de un genial director caído en desgracia, quien al iniciar el rodaje del film que le devolverá el prestigio, pierde la vista.
Una película israelí y otra palestina aludieron el conflicto de Oriente medio, respetando el equilibrio de puntos de vista. La primera æKedma, de Amos Gitaiæ cuenta la aventura de un grupo de emigrados judíos que desembarcan en Palestina semanas antes de la creación del estado de Israel. El drama es que escapan a las persecuciones nazis para encontrarse en medio de otra guerra que pronto enfrentarán judíos y árabes. Película coral, con personajes de diversas procedencias, Kedma describe con acentos patéticos el germen de un conflicto que presidirá toda la evolución de la situación en la región.
Frente al drama, el palestino Elia Suleiman prefiere la comedia. Intervención divina narra la vida cotidiana de Nazaret y los problemas de dos enamorados para verse, dados los controles y prohibiciones de circulación. Entre una serie de episodios burlescos æcuyo estilo evoca el de Buster Keaton o Jacques Tatiæ, Suleiman destaca el carácter absurdo de la situación actual y realza la fuerza poética y fantástica del pueblo palestino frente a la poderosa máquina de represión israelí. La película se filmó antes de que se agravara el conflicto y hoy aparece como desfasada de una realidad donde la comedia tiene más difícil justificación.
En la línea de los conflictos raciales también se sitúa Ararat, del canadiense de origen armenio Atom Egoyan, quien evoca el genocidio de los armenios por los turcos en 1915 y organiza una compleja historia con gran habilidad: en Canadá, un director francés (Charles Aznavour) rueda una película, inspirándose en el libro de un médico americano, testigo del genocidio en la ciudad de Van. El rodaje, al mismo tiempo que evoca la realidad, impacta a ciertos personajes que se sienten herederos, por origen, del drama.
Como siempre, al tratar este tema existe el deseo de que todo el mundo, Turquía incluida, reconozca el doloroso episodio que constituye el primer genocidio del siglo XX.

LAS OBRAS QUE JUSTIFICARON EL FESTIVAL

Después de cada Festival de Cannes, algunas películas quedan flotando en la memoria, aunque no figuren en el palmarés. Este año no fue así. El orden de preferencia es discutible, lo importante es comprobar que las mejores películas fueron recompensadas.
Las tres cintas que encabezan el cuadro de honor representan lo más positivo del certamen: contienen una visión optimista. No se trata en ningun caso de cuentos de hadas que parten de una realidad de falso angelismo, todo lo contrario. La realidad es dura y trágica, pero a partir de ella los personajes encuentran un verdadero camino de salvación.
El estilo de Le Fils, de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, es muy similar a Rosetta, que les valió la Palma de Oro en 1999. Ahora, el premio de interpretación masculina fue para Olivier Gourmet, quien en esta cinta interpreta a Olivier, responsable de un taller de aprendizaje de carpintería, que rechaza a Francis, un joven que estuvo preso por homicidio. Cuando por fin lo admite, Olivier se esfuerza en formarlo, a la vez que trata de comprenderlo.
El espectador supone que Francis es quizá un hijo natural de Olivier. Las últimas imágenes explican todo y dan su valor simbólico a la historia. Francis es en realidad el asesino del hijo de Olivier y æyendo más allá del perdónæ ocupará el lugar del hijo muerto. Este altruismo y generosidad no serán, sin embargo, sentimentalmente explotadas. Todo el enigma del relato se iluminará bruscamente antes de la palabra «fin».
La Palma de Oro otorgada a The Pianist de Roman Polanski no agradó a todo el mundo. La mayoría de la crítica hubiera preferido El hombre sin pasado del finlandés Aki Kaurismaki, nosotros también. Pero es preciso defender la cinta e incluso el premio, que evidentemente también consideró la carrera del director.
Polanski afirma que es su película más personal, inspirada en las memorias del pianista judío-polaco Wladyslaw Szpilman.
Detenido con su familia e instalado en el gueto de Varsovia, Szpilman escapa a la deportación y permanece escondido en las ruinas de la ciudad. Al final, es descubierto por un oficial alemán que no sólo no lo denuncia, sino que lo ayuda a subsistir.
Aunque nació en París, Polanski vivió en Polonia durante la época en que transcurre la película y, con un destino semejante al de su personaje, deseaba hacer una cinta sobre este período. El libro de Szpilman le proporcionó material ideal para realizar una obra personal guardando al mismo tiempo cierta distancia.
La forma adoptada no escapa a cierto clasicismo: la producción empleó los medios de una gran película estadounidense para reconstruir el gueto de Varsovia y los combates de la insurrección. Se rodó en inglés, en Alemania y Polonia. El actor judío-americano Adrien Brody encarna a Szpilman, y Thomas Krestschmann al oficial alemán. A pesar de ello, nunca como en esta película Polanski ha reivindicado su origen polaco, la noche de los premios dedicó a Polonia y a los polacos la Palma de Oro.
Aunque The Pianist está destinada al gran público y el cine nos ha mostrado muchas veces el tema, Polanski evita el maniqueismo. La historia muestra que había judíos, polacos y alemanes buenos y malos. Por eso la última parte de la película rompe con el esquema clásico del oficial nazi sádico para presentar un ser humano capaz de ser solidario.
Ya dijimos que El hombre sin pasado, de Aki Kaurismaki, era la obra favorita para la Palma de Oro. Al final obtuvo el Gran Premio del Jurado y el de mejor interpretación femenina para Kati Outinen. Aunque la cinta presenta los grandes valores de forma evidente, su humor y tono ligero la salvan del didactismo.
Un hombre (Markku Peltola) llega a una ciudad en busca de trabajo, tres individuos lo agreden brutalmente y lo abandonan; no muere pero la agresión deja una secuela: amnesia total.
Trata de buscar trabajo y conseguir una ayuda social pero, incapaz de dar su verdadera identidad, fracasa frente a la burocracia. Sólo le queda la caridad del Ejercito de Salvación, donde conoce a Irma, con quien establecerá lazos amorosos y comenzará, más tarde, una nueva vida.
Kauramaki construye un relato en donde la emoción va siempre acompañada por el humor. Finalmente la caridad, la solidaridad y el amor terminarán por imponerse. Kaurismaki compensa todas las horas sombrías de este festival, ofreciéndonos una película moral y reconfortante que reafirma su fe en la dignidad humana.

LA SELECCIÓN FRANCESA

La ausencia completa de Francia en el palmarés es un fenómeno inusual, sobre todo si se considera que se trata de uno de los países mejor representados. ¿Los seleccionadores no acertaron en su elección o simplemente Francia no disponía, a la hora del festival, de mejores armas para defender sus colores?
Ciertamente, la desafortunada elección de Irreversible, de Gaspar Noé, no logró el efecto sorpresa, evaporado por la programada búsqueda del escándalo. La película quedó rápidamente sepultada bajo una ola de consternación.
La historia consta de tres actos. En el primero se introduce al espectador en la intimidad de una pareja que espera un hijo, en el segundo la mujer es violada de forma bestial, en el tercero el hombre, acompañado de un amigo, busca en un establecimiento frecuentado por homosexuales sadomasoquistas al presunto agresor.
La historia, como sugiere el título, es contada al revés, terminando con la intimidad de la pareja. Ante la dificultad de innovar en ese tema, en los otros dos capítulos se opta por imágenes y sonidos indescifrables, aderezados con 10 minutos de barbarie gratuita.
Gaspar Noé carece de ideas que soporten sus imágenes, ningún tipo de reflexión, puros reclamos comerciales al servicio de los más turbios instintos. El único efecto positivo de esta desafortunada aventura es mostrar la repulsa total y que cuando la violencia social se da en espectáculo, no sirve la denuncia.
Marie-Jo et ses deux amours, con la que el reconocido Robert Guédiguian participa por primera vez en Cannes, no fue la obra más apropiada. Cuenta el drama de Marie-Jo (Ariane Ascaride) que ama sinceramente a su marido (Jean-Pierre Darroussin) y a su amante (Gérard Meylan). Repite el triángulo amoroso mil veces evocado por el cine y la literatura. Insiste en la pasión física con personajes maduros, habituales de Guédiguian. Todo lleva a un callejón sin salida, sentimental y estético. Sólo son rescatables el ambiente bien captado de Marsella y ciertos personajes secundarios. Nada significativo en un autor más inspirado en otras ocasiones.
También olvidada en el palmarés, Demonlover de Olivier Assayas parece por momentos una película de David Linch. Una compañía francesa negocia la compra de una empresa japonesa especialista en videojuegos eróticos; una tercera empresa, que teme el efecto de la fusión, compra los servicios de uno de los negociadores. La historia se complica a medida que avanza y confunde personajes reales y virtuales.
No cumple las expectativas de una película de intriga: el espectador espera explicaciones al menos al final. Cuando no las hay o son incomprensibles, se desinteresa del conjunto. Ni la preocupación estética llena el vacío del guión. Lo prueban los abucheos y silbidos con que recibieron a la película en Cannes.
La actriz-directora Nicole Garcia pisa un terreno mucho más sólido en Ladversaire, basada en los hechos reales que también inspiraron Lemploi du temps, de Laurent Cantet. Si bien Cantet suprimió la parte criminal de la historia, Nicole Garcia ofrece completa la extraodinaria historia del affaire Roman.
La doble vida de Jean-Claude Roman, estafador que nunca consiguió el título de médico y engañaba a su familia pretendiendo ser un respetado miembro de la Organización Mundial de la Salud. Ante el temor de ser descubierto, mata a su mujer, a sus dos hijos y a sus padres, e intenta suicidarse.
Danier Auteuil protagoniza la historia, narrada fríamente, sin justificación ni explicación, a través de escenas verosímiles del comportamiento del hombre que va a caer en la locura.

OTRAS VISIONES HISTÓRICAS

La pintura y la historia juegan un papel decisivo en Chihwaseon, del coreano Im Kwon-taek. A partir de la vida del pintor Jang Seung Up (1843-1897) muestra los principales episodios de la historia coreana, en una época de grandes turbulencias políticas.
De enorme riqueza visual, la película presenta las angustias de la creación artística, los reveses de la fortuna y las aventuras sentimentales de un genio paradójico, cuyas trazas se pierden al final del siglo. La pobreza de documentos fidedignos permite al director recrear el personaje e insertarlo en los acontecimientos de la época.
Excepcional visión histórica y proeza técnica es Russian Ark, de Alexander Sokurov que describe su visita al Palacio del Hermitage de San Petesburgo æuno de los más prestigiosos del mundoæ y su encuentro con un diplomático francés del siglo XIX. La visita permitirá pasearse en el tiempo, conocer a varios zares y entrar en esta arca de Noé, que para Sokurov guarda la esencia del alma rusa de los últimos tres siglos.
Al interés del recorrido se añade el de la realización: el filme se rodó en una sola toma. Se suprimió toda idea de montaje y la cámara descubrió diversas escenas en un recorrido de 1,300 m por los pasillos y salones del Palacio. Sokurov intenta transmitir el alma rusa, en particular en sus relaciones culturales con el resto de Europa.

DRAMAS SOCIALES

La palma en este terreno corresponde a tres británicos: Mike Leigh, Ken Loach y Michael Wintterbotton. Este último ofrece en 24 Hour Party People æpelícula esencialmente musical una crónica social de la vida en Manchester. Todo gira alrededor de un personaje real, Tony Wilson, presentador de televisión, creador del Label Factory Records y de la legendaria sala de fiestas La Hacienda. Evoca episodios de la historia musical de Europa acompañados por la evolución de las costumbres. Winterbotton intenta seguir en sus imágenes sincopadas la evolución de una realidad recreada, pero raramente transmite una verdadera emoción, que encontraremos más bien del lado de Mike Leigh y Ken Loach.
All Or Nothing, de Laigh, nos precipita a un abismo de mediocridad, formado por Phil taxista, Penny cajera de un supermercado y sus hijos obesos, Rachel y Rory. Se diría que el amor los ha abandonado. Los vecinos son aún más mediocres: una madre y su hija adolescente, y una pareja, donde la mujer es alcohólica. Todo cambia cuando Rory tiene un infarto, su familia y vecinos se movilizan: bajo el peso del drama los sentimientos, aletargados, se despiertan. Leigh vuelve a encontrar el tono justo de Secrets and Lies que le valió la Palma de Oro en 1996.
Sweet Sixteen, de Ken Loach, transcurre en Greenock, donde el culpable del malestar social es Tony Blair, aunque para saberlo es preciso leer entre líneas. El héroe de la historia es Liam (Martin Compston), de 16 años, quien espera que su madre ædetenida por tráfico de drogaæ salga libre. Liam desea ofrecerle un verdadero hogar y sueña reconciliarla con su hermana Chantelle. Como la solución parece ser el dinero, se lanza también al tráfico de droga, pensando que sólo será por un corto período. Las cosas no evolucionan según lo previsto, recrear una familia no es fácil cuando todos los resortes han cedido.
Loach no insiste ahora en la lección moral, prefiere quedarse en el patetismo y la melancolía de las frustraciones. El guión de Paul Laverty, que ha figurado en el palmarés, favorecerá la reflexión personal del espectador.
Los problemas de la juventud llegan también del otro lado del Atlántico. Pero Brasil no es Irlanda y la violencia no sucede de la misma manera. La acción transcurre en la Cidade de Deus, suburbio de Río de Janeiro que da nombre a la película de Fernando Meirelles.
Al inicio, Fusée æniño de 11 añosæ observa a los muchachos rudos del barrio soñando ser fotógrafo. Diez años después, Dé æcompañero de juegos en la infanciaæ decide traficar droga, mientras Fusée hace sus primeras fotografías para un periódico. Esto le permite observar la evolución de la vida en la Cidade de Deus, comprobar cómo los grupos se eliminan y el reino de Dé es destruido. Aquí, la guerra es sin cuartel y a tiros, los grupos que Fusée fotografía no tendrán mucho porvenir.
Rodado sobre el terreno y con muchachos no profesionales, la película de Meirelles posee una energía particular, casi excesiva. Su ritmo es como el de la vida y la muerte de sus personajes, trepidante.
Los enemigos de la globalización encontrarán en Placeres desconocidos, del chino Jia Zhang-ke, un argumento de combate o un motivo de pesimismo. Los protagonistas tienen 20 años y viven en una ciudad industrial de China, donde los barrios tradicionales son arrasados para dar lugar a rascacielos.
Xiao Ji y Bin Bin, dos amigos que buscan trabajo sin demasiada convicción, pierden ostensiblemente el tiempo y sueñan con sus primeras conquistas femeninas. Xia Ji se enamora de Quio Quio, cantante que promociona productos regionales. Su perseverancia en el asedio encontrará una efímera recompensa. Por su parte, Bin Bin intenta conquistar una estudiante. Luego pretende enrolarse en el ejército, pero se lo impide una hepatitis. Desesperados, ambos deciden atracar un banco, proyecto que fracasará como casi todo lo que intentan.
Jia Zhang-ke pertenece a una nueva generación de cineastas chinos. En sus dos primeras obras æXiau Wu, artesano pickpocket y Platformæ trataba ya el desencanto juvenil en la China actual. Su nueva película, rodada sin permisos oficiales, parece destinada, como las anteriores, a proyecciones confidenciales y a recorrer festivales internacionales. No cabe duda que el cine de Jia Zhang-Ke constituye un verdadero testimonio del actual estado de la juventud china.

UN LUGAR PARA LAS COMEDIAS

Las películas norteamericanas monopolizaron la comedia. Baste mencionar no sólo a Woody Allen, sino a Alexander Payne, Paul Thomas Anderson y Michael Moore, quien, aseguran, introduce a Cannes el género documental con Bowling for Columbine, con la que el público ha reído mucho. Se trata de un documental políticamente comprometido contra la venta de armas en Estados Unidos, en el que emplea su estilo habitual que hemos visto en obras anteriores: Roger & Me, Canadian Bacon y The Big One.
Declara la guerra a la venta legal de armas de fuego inspirada en un suceso real: en 1999, dos jóvenes matan a tiros a 13 personas en la Columbine High School antes de suicidarse. La causa es loable, el método empleado lo es menos. Como de costumbre, Moore filma las negativas de sus eventuales interlocutores o las excusas inquietas de los subalternos. Se ensaña particularmente contra Charlton Heston, que preside una asociación a favor de la venta de armas, y acusa a Estados Unidos de todos los conflictos del planeta, incluso afirma que Salvador Allende fue asesinado por norteamericanos. En estas condiciones, no extraña que Washington lo considere «peligroso», quizá por ello el festival creó un premio especial para la cinta.
About Schmidt, de Payne, es una comedia lúcida sobre los problemas de la jubilación. Tras su retiro, Warren Schmidt (Jack Nicholson) comienza una era cruel y penosa, agravada por la muerte de su esposa. Se traslada a Nebraska donde su única hija prepara su boda, pero un nuevo choque le espera entre su futuro yerno y su familia.
Warren se convierte en protector de Ndugu, un niño de Tanzania a quien ayuda con 22 dólares mensuales, que se vuelve objeto de toda su atención. El humor, más bien negro, no cede a la caricatura: se inspira en observaciones realistas, no deformadas por el exceso. La extraordinaria interpretación de Nicholson alía eficacia y sobriedad de forma ejemplar.
Paul Thomas Anderson, autor de Boogie Nights y Magnolia, dirige y escribe Punch-drunk love, insólita desde las primeras imágenes. Barry Egan (Adam Sandler) æun soltero neurótico con siete hermanasæ desea casarse, pero una mezcla de timidez y pudor le impide acercarse a las mujeres, hasta que se enamora de Lena (Emily Watson). Toda la energía vital del personaje busca una salida, lo que ocasiona escenas sumamente divertidas y la neutralización de una banda de gangsters. Sandler encarna perfectamente el personaje imaginado por Anderson, en un marco de impecable belleza formal.

DEL CLUB DE CANNES

El peor recuerdo que dejó David Cronenberg en Cannes, fue sin duda presidir un jurado que confeccionó un palmarés desastroso. Ahora, en cambio, dejará un buen sabor de boca con Spider, estudio clínico-poético sobre la enfermedad mental.
Spider (Ralph Fiennes) es acogido en un manicomio donde vive encerrado en sus recuerdos: la figura de su madre, asesinada por un padre brutal que instala en la casa a su amante. Es difícil distinguir lo real de lo imaginario. Miranda Richardson interpreta a la madre, la amante y la directora del hospicio, lo que hace suponer que encarnan diversas facetas del arquetipo femenino. Con medios limitados y, sobre todo, con la ayuda de Fiennes, Cronnberg crea un ambiente de misterio y suspenso eficaz en torno a la identidad de los personajes.
Cannes nunca rechazará a Marco Bellocchio. Después de I pugni in tasca ha realizado una veintena de películas polivalentes, cuya nota común eran los temas relacionados con la locura y el rechazo a las instituciones, en especial la Iglesia católica.
En LOra di religione, el tema religioso vuelve dominar. Un agnóstico, Ernesto (Sergio Castellitto), se entera del proceso de beatificación de su madre. Intrigado, descubre que varios familiares montaron este affaire con intenciones mercantiles o de prestigio.
La Iglesia católica en Italia criticó la película, pues desconoce los mecanismos de un proceso de beatificación y describe un mundo de personajes católicos muy poco recomendable. Además, el guión contiene elementos inútiles, sin interés ni relación con la historia. Si la cinta no fuera de Bellocchio, nunca la hubiéramos visto en Cannes.
Mucho más justificada es la presencia de Abbas Kiarostami. Ten es una curiosa muestra de arte en diez secuencias rodadas en el interior de un coche. En la primera secuencia, una mujer de la alta burguesía, divorciada, dialoga sobre el divorcio con su hijo æel único que aparece en la pantallaæ. Durante media hora asistimos al diálogo de sordos de los personajes. Después, la mujer aparece y recoge en ocasiones diversas a mujeres, representantes de la sociedad iraní actual, desde una prostituta hasta una dama piadosa que visita un santuario.
El cinéfilo retendrá la forma adoptada: diálogos abundantes que parecen espontáneos, pero que fueron preparados minuciosamente para anular todo efecto de mise en scène. Da la impresión de que Ten concluye un esfuerzo formal, depurado de todo elemento secundario pero que, a la vez, choca contra un muro: imposible ir más lejos por este camino.
Manoel de Oliveira es casi un rito obligado en cada festival. O principio da Incertitude deja ahora la vena más personal para adaptar una novela de su escritor preferido, Agustina Bessa-Luis, quien presenta cinco personajes. Antonio, hijo de familia rica, criado por su sirvienta Celsa; José, hijo de Celsa; Camila, noble heredera de una familia sin dinero; Vanessa, la seductora regenta del burdel local.
Camila se casa con Antonio por conveniencia, éste sigue frecuentando a su amante Vanessa, asociada a José, eterno enamorado de Camila. Oliveira juega con las pasiones que unen a los personajes, a quienes el destino jugará malas pasadas. Todo es sutil; Oliveira no da repuestas contundentes pero deja ciertas pistas para interpretar la vida burguesa en las orillas del Duero.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

Newsletter

Suscríbete a nuestro Newsletter