¿En qué creen los que no creen?
Umberto Eco y Carlo Maria Martini
Taurus. México. 1997, 114 págs.
Umberto Eco y Carlo Maria Martini
Taurus. México. 1997, 114 págs.
¿Es posible hoy un diálogo entre un no creyente y un creyente? Los acontecimientos que vemos con excesiva frecuencia en el mundo entero —Irlanda, Ruanda, Chiapas, Palestina…— parecerían demostrar que no es posible tal diálogo. Sin embargo, son esos mismos acontecimientos los que hablan de su necesidad. La principal dificultad, como queda de manifiesto constantemente, está en la actitud: en nuestra disposición para escuchar y comprender, para aceptar al otro según lo que es, piensa y vive. Y en este pequeño gran libro encontramos un vívido ejemplo de esta actitud.
Umberto Eco se expresa aquí como el no-creyente y Carlo Maria Martini como creyente. Cada uno de ellos asume una postura personal sin abrogarse la representatividad de nadie más, sin querer ser la voz de quienes se encuentran «de su lado». Pero, por ello mismo, resultan representativos. Representativos y no, en la medida en que esos otros «de su lado» no logran saber escuchar y comprender. Este diálogo de altura es un compromiso para los demás, en la medida en que es un ejemplo a seguir.
En este gran libro que requiere lectura pausada, Eco y Martini expresan con viveza y profundidad, pero sin agresiones, su propio pensamiento. Cuestionan al otro con inteligencia, calando en lo más hondo, sin evitar las dificultades, sin adular. Son preguntas que llegan al punto crítico, pero respetan al otro. Y las respuestas no son menos: ninguna es avasalladora. Ambas, preguntas y respuestas, se expresan como las propias inquietudes y las respectivas soluciones. Ambas son, en cierta forma, dubitativas. No hay una respuesta «dogmática». No hay una actitud peyorativamente «proselitista». Y, sobre todo, no hay agresiones personales al otro. Son argumentos esgrimidos con la mayor claridad y el mayor respeto posibles, tanto en las preguntas como en las respuestas. Son una lección de la que muchos —todos— hemos de aprender. En juego entran las interrogantes más acuciantes para el hombre actual: el fin del hombre y del mundo, el principio de la vida humana, el papel de los hombres y las mujeres en la Iglesia y en el mundo, el fundamento de una ética «laica» (del no creyente).
Una sugerencia: omitir la introducción (la traductora se dedica a explicar y alabar sólo a Eco) que en nada refleja el contenido del libro ni la actitud de los dialogantes. Haciendo a un lado esta primera parte, vale la pena deleitarse y reflexionar con los dos autores reales: Eco y Martini.
Umberto Eco se expresa aquí como el no-creyente y Carlo Maria Martini como creyente. Cada uno de ellos asume una postura personal sin abrogarse la representatividad de nadie más, sin querer ser la voz de quienes se encuentran «de su lado». Pero, por ello mismo, resultan representativos. Representativos y no, en la medida en que esos otros «de su lado» no logran saber escuchar y comprender. Este diálogo de altura es un compromiso para los demás, en la medida en que es un ejemplo a seguir.
En este gran libro que requiere lectura pausada, Eco y Martini expresan con viveza y profundidad, pero sin agresiones, su propio pensamiento. Cuestionan al otro con inteligencia, calando en lo más hondo, sin evitar las dificultades, sin adular. Son preguntas que llegan al punto crítico, pero respetan al otro. Y las respuestas no son menos: ninguna es avasalladora. Ambas, preguntas y respuestas, se expresan como las propias inquietudes y las respectivas soluciones. Ambas son, en cierta forma, dubitativas. No hay una respuesta «dogmática». No hay una actitud peyorativamente «proselitista». Y, sobre todo, no hay agresiones personales al otro. Son argumentos esgrimidos con la mayor claridad y el mayor respeto posibles, tanto en las preguntas como en las respuestas. Son una lección de la que muchos —todos— hemos de aprender. En juego entran las interrogantes más acuciantes para el hombre actual: el fin del hombre y del mundo, el principio de la vida humana, el papel de los hombres y las mujeres en la Iglesia y en el mundo, el fundamento de una ética «laica» (del no creyente).
Una sugerencia: omitir la introducción (la traductora se dedica a explicar y alabar sólo a Eco) que en nada refleja el contenido del libro ni la actitud de los dialogantes. Haciendo a un lado esta primera parte, vale la pena deleitarse y reflexionar con los dos autores reales: Eco y Martini.
