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Adiós a Viktor Frankl

El 2 de septiembre de 1997 falleció el psiquiatra vienés Viktor Frankl, a la edad de 92 años. El acontecimiento pasó prácticamente inadvertido en nuestro país, a la sombra de otros fallecimientos y exequias: las de Diana de Gales y la madre Teresa de Calcuta. Desde luego, no en todo el mundo sucedió así. La agencia Associated Press envió un reportaje de Roland Prinz, publicado en muchas naciones, incluida la India, donde The Times of India le rindió tributo con una extensa nota.
Fueron muchos los medios internacionales que dieron cabida a la reflexión sobre esas tres muertes. Por ejemplo, The River Reporter tituló su editorial del 11 de septiembre: «Tres luces (una) princesa, (una) santa, (un) filósofo», y dice que el mundo perdió en una semana tres almas que con sus vidas y enseñanzas nos iluminaron. Sí, se trata de una idea un tanto cursi. Lo interesante es que recoge los tres principales móviles humanos: las emociones, al evocar a la princesa Diana; la voluntad orientada hacia el Bien, personificada en la Madre Teresa; y la inteligencia, en el caso del psiquiatra y filósofo Frankl.
Como también ha señalado Jennifer Grossman, la Di-manía, la enorme cantidad de comentarios acerca de la muerte de esta princesa refleja la incertidumbre o quizá la vacuidad de la vida moderna, incesantemente en búsqueda de un sentido o una orientación, un motivo que haga «vivible» este mundo. Por eso Grossman recomienda una saludable dosis de la filosofía de Viktor Frankl como antídoto.
Frankl es famoso en el mundo por haber dado sentido a los sufrimientos padecidos por uno de los más atroces males que el hombre del siglo veinte creó: los campos de exterminio. En su breve y estupendo libro El hombre en busca de sentido no sólo narra sus padecimientos, los de sus familiares (perdió ahí a sus padres y a su primera esposa, que estaba embarazada) y los de sus compañeros de barracas, sino en especial la manera en la que se sobrepuso, logró sobrevivir y hacer que otros sobrevivieran dando un sentido a esas existencias trágicas.
También es el creador de la llamada «Tercera Escuela Vienesa de Psiquiatría». Las otras dos son las de Freud y Adler. Si Freud comenzó la búsqueda de las anomalías psicológicas en el inconsciente o, como gráficamente decía, en el «sótano» del edificio humano, pero también voluntariamente se quedó ahí, y en sus bajezas quiso hallar la solución a toda psicopatía; y si Adler la buscó en el complejo de inferioridad; Frankl la encuentra en esa falta de sentido vital ocasionado por los mil avatares de la vida moderna que dejan vacío al hombre actual.
El fundamento antropológico de la Tercera Escuela Vienesa de Psiquiatría se sitúa en una noción realista del hombre. Se auxilia, además, con el análisis existencial que le permite un conocimiento más profundo de la persona y de sus circunstancias. A diferencia de sus predecesores, Frankl descubre en el hombre una riqueza mayor a su condición animal: «El hombre tiene en común con el animal la dimensión biológica y psicológica el hombre es también un animal; pero es también infinitamente más que un animal, y nada menos que por toda una nueva dimensión: la dimensión de la libertad». De aquí la necesidad de no marcar la importancia en la técnica psicoterapéutica sino en la persona, en el enfermo en cuanto persona; de modo opuesto, es decir, cuando se pone el acento en la técnica, «el hombre es reificado se le convierte en una cosa o es incluso manipulado».
De aquí que sólo una técnica psicoterapéutica inmunizada frente a cualquier pretensión de transmitir al paciente la peculiar manera de ver las cosas y de la jerarquía personal de valores por parte del médico, será la que respete al hombre en su plena libertad y responsabilidad, que no lo reifique o manipule. Por ello Frankl funda la Logoterapia. A través de ella el psiquiatra conoce al paciente y es capaz de ayudarle a superar sus neurosis y, en no pocas ocasiones, a encontrar el sentido de su vida. Por eso «se puede decir de ella que es una auténtica psicoterapia personalista». En el caso de diversas anomalías, «la Logoterapia se dirige, no al síntoma, sino a introducir un cambio de postura, una conversión personal del paciente frente al síntoma»: es la técnica de la «intención paradójica» por la que se trata de inducir al paciente a que desee o se proponga conseguir justamente lo que teme o ha rehuido, para así superar esa neurosis o, al menos, frenar su carrera hacia una angustia cada vez mayor.
Para la Logoterapia el hombre no sólo puede padecer una frustración del instinto sexual o, en sentido más amplio, de la voluntad de placer, sino sobre todo una «frustración existencial la sensación de la vaciedad o carencia de sentido de la propia existencia». Esta frustración existencial proviene de una inadecuada concepción del hombre y de su sentido de la vida, algo muy frecuente en la sociedad contemporánea, tan volcada hacia lo externo, hacia la posesión, al tener en lugar del ser. El análisis existencial ayuda a descubrir la base de esas frustraciones, y trata de remediarlas con una fórmula sencilla pero profunda: «La esencia de la existencia humana se encuentra en su autotrascendencia, por así decirlo. Ser hombre significa estar, desde siempre, orientado y dirigido a algo o a alguien, estar dedicado a un trabajo al que se enfrenta un hombre, a otro ser humano al que ama, o a Dios a quien sirve».
En el pensamiento de Frankl queda superado el psicologismo. El hombre es un ser superior, autodeterminado por su libertad y edificado por su responsabilidad ante sus propios actos. Porque el hombre puede encarnar tres categorías de valores: los valores de creación (aquello que es capaz de realizar por medio de actos de creación, como los resultados profesionales), los valores vivenciales (como la acogida prestada al universo, al arte, a la belleza natural), y los valores de actitud (la actitud que el hombre toma frente a una limitación de su propia existencia;con frecuencia son estos últimos los más importantes. Por ello para el creador de la Logoterapia adquieren nuevo sentido el dolor, las discapacidades físicas o psíquicas, la muerte, pero también el amor, el trabajo, las relaciones interpersonales
Esto fue lo que Viktor Frankl descubrió al cabo de tres años de campo de concentración. Así se entiende el gran éxito editorial que ha significado desde hace tanto tiempo El hombre en busca de sentido, donde narra esa dura etapa de su vida y cómo fue capaz de superar las atrocidades de Auschwitz y otros tres campos de concentración nazi.
No pocas depresiones, tristezas y frustraciones se podrían superar con tan sólo leer este libro, o adentrarse en otras de sus obras. Coincido con Jennifer Grossman: «La Di-manía refleja la incertidumbre y la vacuidad de la vida moderna, y el pensamiento de Viktor Frankl es un buen antídoto, una forma de encontrar el verdadero sentido de la propia existencia».

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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