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El misterio de la Atlántida

Los misteriosos relatos de los camelleros, transmitidos en torno a los oasis, a la luz de la luna, al igual que las narraciones de los navegantes, sobre todo cuando, detenidos a mitad del océano, esperaban una brisa que los empujara, forjaron, al correr de los siglos, la transmisión de innumerables leyendas. Así surgieron: El dorado, el buque fantasma, las siete ciudades de Cíbola, la fuente de la eterna juventud pero, aunque parezca insólito, el causante de la incesante búsqueda de la Atlántida fue Platón, quien hace referencia a ella en dos Diálogos: Timeo y Critias.
¿Realidad o leyenda?
Siendo tan connotado el autor de la información, ha originado una minuciosa e infructuosa pesquisa que data de hace dos mil años. Quien, alguna vez, fuera hospedado por el tirano de Siracusa narra, en el Timeo, que nueve mil años antes de Solón: « frente al estrecho que vosotros denomináis las columnas de Hércules existía una isla. Esta isla era mayor que la Libia y el Asia reunidas; los navegantes pasaban de esta isla a otras y de éstas al continente que tiene sus orillas en aquel mar verdaderamente digno de su nombre».
Refiere que, en esa isla, los reyes habían formado un poderoso estado que dominaba de Libia hasta Egipto, y de Europa hasta Tyrrenia. Un buen día, decidieron conquistar las tierras restantes, pero los griegos se organizaron y los derrotaron. Poco les duró el sabor del triunfo, ya que, en los aún tiempos heroicos, ocurrieron terremotos e inundaciones, murieron todos los guerreros griegos tragados por la tierra y la isla Atlántida desapareció entre las olas.
En Critias, conocido con el subtítulo De la Atlántida, amplía detalles: al principio de los tiempos, los dioses se repartieron, comarca por comarca, toda la tierra. Hefestos y Palas Atenea se quedaron con Grecia, que armonizaba con «su sabiduría y su virtud» y Poseidón escogió la isla Atlántida.
Poseidón se enamoró de Cleito, una joven que habitaba en la isla, y con ella tuvo cinco pares de hijos varones, motivo por el cual, dividió en diez partes la isla para repartirla entre los hijos; al mayor del primer par, lo hizo rey, como su nombre era Atlas, la isla recibió el nombre de Atlántida.
La Atlántida, descrita en Critias, tenía al centro la colina, de baja altura, donde había habitado Cleito y después Atlas. Poseidón, para aislarla, la rodeó de dos anillos de agua y tres de tierra. Cada anillo estaba circundado por muros y fosos alternados. La faja de tierra exterior tenía tres estadios de ancho (cada estadio equivalía a unos 200 metros), la intermedia dos, y la interior uno. El círculo interior, o sea el centro, tenía cinco estadios de diámetro. El muro de la cintura interior estaba cubierto de cobre, el siguiente de estaño y el tercero de bronce, el anillo exterior tenía la muralla de piedra sin recubrir. El acceso, por tanto, era muy difícil, aunque con el tiempo tuvo puentes sobre los fosos. Más adelante, en forma no muy clara, indica que, alrededor de la ciudad, se extendía una llanura que medía de largo tres mil estadios y del mar al centro más de dos mil. El suelo era muy elevado sobre el nivel del mar y la gran llanura estaba rodeada de montañas que se prolongaban hasta el mar.
Al centro estaba el gran templo de Poseidón y Cleito, de un estadio de longitud, recubierto de marfil, oro y plata. Rodeado de varias esculturas, entre las que sobresalía la áurea del dios del mar, de pie, en su carro conducido por seis pegasos. Había también una columna, en la que estaban grabadas las leyes, en torno a la cual se reunían, anualmente, los diez reyes, a discutir sobre la cosa pública, asamblea que terminaba con la ofrenda de un toro degollado en honor del dios del mar. La sangre del toro, recogida en copas, era esparcida en el fuego, unas gotas las bebían al tiempo que juraban hacer cumplir las leyes escritas en la columna, no pelear uno contra otro, ayudarse y deliberar en común los asuntos importantes.
Sus reyes la embellecieron, cada uno buscó mejorar lo hecho por el anterior. Construyeron hipódromos, gimnasios, baños termales, palacios, templos, puertos, acueductos, puentes y un gran canal, que atravesaba toda la isla, desde el mar hasta el anillo interior, para que los barcos desembarcaran dentro de la ínsula. El canal y el puerto estaban siempre pletóricos de embarcaciones. Los gobernantes y los guerreros vivían en el círculo interior, alrededor de la Acrópolis.
La tierra les brindó tal cantidad de productos, que les hizo vivir en la opulencia. Tenían a su alcance todo aquello con lo que pudieran soñar. La Atlántida era una isla fértil, favorecida por el sol, nada faltaba en ella, la naturaleza la llenó de sus bondades: ríos, lagos, aguas termales, bosques y praderas, rica en pastizales para toda clase de animales, incluidos elefantes, igualmente rica en metales y toda clase de materiales, en fin, un pequeño paraíso en miniatura.

Los dioses castigan a la Atlántida

Mientras fueron sabios y virtuosos, todo fue armonía y felicidad, pero poco a poco, la esencia divina se debilitó en ellos, el poder los hizo ambiciosos, poco virtuosos y Zeus decidió castigarlos por su depravación. Reunió a los dioses: «… y al verlos juntos les dijo…» nunca hemos sabido qué les dijo porque, bruscamente, aquí termina el manuscrito de Platón, lamentablemente incompleto, pero es obvio que, como castigo, les envió las inundaciones y los terremotos que asolaron todas las comarcas y acabaron con ellas. Grecia perdió gran parte de su territorio y de sus habitantes, solamente se salvaron los que habitaban las tierras altas y sufrieron, varias generaciones, para reconstruir sus edificios, cultivar las tierras y volver a adquirir prosperidad. La Atlántida se perdió para siempre.
En el Timeo, Platón explica que Solón viajó a Egipto y conoció a sacerdotes de Sais, quienes le refirieron todas las crónicas de la antigüedad, entre ellas, la referida de la Atlántida. Platón era de familia aristocrática, al parecer, descendiente de Solón lo que explicaría su conocimiento pormenorizado. En De la Atlántida, Critias explica que los manuscritos de Solón estaban en su casa, de ser cierto, Platón los heredó de Critias o, por lo menos, tuvo acceso a ellos.
Hay quienes opinan que el relato del gran filósofo griego es pura invención, sitio ideado, simplemente, para presentar cómo debería ser una sociedad ideal.
¿En el Atlántico o en el Mediterráneo?
La Atlántida ha inspirado a todo tipo de artistas, incluso de música popular. En 1969, en plena guerra de Vietnam, «el hippy mayor» Donovan, lanzó su célebre: To Susan o­n the west coast waiting, canción que narraba la carta de un soldado norteamericano a su novia en California. Lo interesante es que, en el lado B (eran los tiempos de los discos de 45 r.p.m.) había una interesante canción: Atlantis, que describe, como lo hiciera Platón, el legendario continente y refiriendo de él: «partieron hacia todos los rincones de la tierra ‘los doce’: el poeta, el médico, el granjero, el científico, el mago y otros presuntos dioses de nuestras leyendas…»
La Atlántida ha sugerido temas, personajes y tramas a varios literatos, como Pierre Benoit y Jacinto Verdaguer, autores de obras tituladas: La Atlántida. Enlistar los textos escritos sobre la Atlántida, implicaría varias páginas. Hasta Ortega y Gasset le dedica su atención en su ensayo sobre las Atlántidas.
En 1984, Blazo Krivokapic, numismático yugoslavo, publicó, en la revista Ilustrovana Politika, su teoría sobre un continente perdido que estuvo en las costas de Yugoslavia, en el mar Adriático. Interpreta a Platón considerando que, al referirse a las columnas de Hércules, no lo hace mirando hacia el occidente, sino hacia el oriente, además de suponer que no estaban en Gibraltar sino en Herzeg Novi. El río descrito, sería por consiguiente, el Danubio.
Muchos opinan que las Islas Canarias y las Madeira son los únicos vestigios del legendario continente. Athanasius Kircher, inmortalizó, en el siglo XVII, un mapa con la Atlántida en medio del Océano Atlántico, con el dato curioso de que los polos están invertidos; América está a la derecha y África a la izquierda.
Numerosos arqueólogos han estudiado el culto al toro: Apis en Egipto, los toros alados de Mesopotamia, el toro de Minos, en busca de alguna pista. La columna con las leyes escritas ha sido asociada con el Código de Hammurabi.
Es increíble el nutrido grupo de astrónomos, geógrafos e historiadores que han profundizado sobre la Atlántida. Hay, incluso, quien la sitúa en el Sahara y como muestra presenta los petroglifos de Tassili y el hecho de que la cordillera se llame Atlas. Del Sahara la han movido hacia Libia, Túnez, Marruecos… sin importar que esos sitios no fueran islas.
En el siglo XVII, el geógrafo alemán Sebastian Munster, supuso que la Atlántida era América del Sur y así lo externó en un célebre mapa que circuló como Carte conjecturale de L’Atlantide. Antes, el historiador Francisco López de Gómara había narrado, en su Historia General de las Indias (Cap. CCXX), que la isla Atlántida era el territorio descubierto por Colón: las Indias, e hizo alusión al hecho de que los indios llamaban atl al agua. Consideró que las Hespérides quizá fueran las Islas de Cabo Verde. Concluyó que, en realidad, nadie sabía donde estaban Ofir y Tharsis, dado que no eran la Atlántida.
En el siglo XX, ha surgido una nueva pléyade de investigadores: los que buscan la Atlántida en la zona que, supuestamente, conforma el Triángulo de las Bermudas, para explicar las misteriosas desapariciones de aviones, que irían, según esta versión, a residir en la isla desaparecida. En busca del mítico territorio, numerosos buzos han explorado y dicen haber encontrado «blue holes», agujeros azules de formas piramidales, sobre el fantasmal fondo marino, no ha faltado quien haya visto, en las nebulosas fotografías tomadas, restos arqueológicos de culturas tipo incaicas. Hasta el gran explorador noruego Thor Heyerdahl, (quien en 1947 atravesó en una balsa de troncos el Pacífico, para demostrar la posibilidad de viajes interoceánicos prehispánicos), dedicó, en su momento, tiempo a este tipo de investigaciones. Para él, la Atlántida sería el eslabón entre Mesoamérica y Egipto, únicas zonas de construcciones piramidales. Así se explicaría, según él, la leyenda de Quetzalcóatl, el hombre blanco, similar a los guanches de las Canarias y los bereberes del África.
¿Fue la Atlántida la legendaria Tartessos?
El arqueólogo alemán Adolf Schulten, asoció la Atlántida con Tartessos, situada, supuestamente, en la desembocadura del Guadalquivir, cerca de Gades, hoy Cádiz, porque tuvo leyes escritas, múltiples canales y era una tierra de promisión. Su sueño dorado fue encontrar Tartessos, pero murió sin lograrlo. Los cartógrafos del siglo XVI ubican Tartessos frente a Trafalgar.
El libro de Jonás se inicia con el mandato divino de ir a Nínive, pero Jonás, invadido por el miedo, huye del servicio pedido embarcándose a Tarsis, sitio al que nunca llegó, ya que, arrojado al mar, fue engullido por un gran pez.
Ezequiel (27, 25) también la alude en su lamentación por la caída de Tiro: «Las naves de Tarsis formaban tu flota comercial» y (27,12) «Tarsis era cliente tuya, por la abundancia de toda riqueza. Con plata, hierro, estaño y plomo abastecía tus mercados».
Isaías (23, 1) clama: «Ululad naves de Tarsis, porque ha sido destruída vuestra fortaleza».
El salmo 48 canta: «… así como el viento del este desbarata los navíos de Tarsis».
Tarsis es, a su vez, asociada con otra leyenda: Ofir. En el segundo libro de las Crónicas o Paralipómenos (8, 17) se asienta que: el rey Hiram de Tiro, envió a Salomón naves y marineros que hicieron el viaje a Ofir, de donde trajeron cuatrocientos cincuenta talentos de oro, para prevenir los gastos que el mantenimiento del templo originara y (8,10): los vasallos de Hiram con los de Salomón trajeron de Ofir oro, maderas y piedras preciosas. Más adelante (8, 21) refieren que: la flota del rey iba de tres en tres años a Tarsis con los siervos de Hiram, rey de Tiro y de ahí traían oro, plata, marfil, monas y pavos.
Al comparar los relatos de Ezequiel con los del Paralipómenos, da la impresión de que, efectivamente, Tarsis y Ofir son el mismo sitio. Lo interesante de todo esto es que, en ningún relato, se hace referencia a que Tarsis y Ofir fueran islas. Ahora bien, el que Tarsis y Ofir fueran el mismo sitio, parece más posible a que la Atlántida haya sido la legendaria Tarsis.
Leyendas hechas realidad
No siempre las leyendas han permanecido en el terreno de los sueños inalcanzables. Troya fue, hasta 1870, una leyenda similar a Tarsis. Schliemann dedicó varios años de su vida a estudiar su posible ubicación, cuando tuvo los datos que juzgó precisos, tuvo que financiar los costos de las excavaciones, porque nadie creyó en la veracidad de sus afirmaciones. Hoy todos conocemos los resultados, en las costas de Turquía, Troya es tangible, la Iliada no narra una ciudad imaginaria, verdaderamente existió.
En medio de tanto dato legendario, un hecho es claro e histórico: cuando Cartago dominó el extremo occidental del Mediterráneo y vigiló Gibraltar, no volvió a hacerse referencia alguna a Tarsis ni a Ofir. ¿Fue entonces el territorio sur de la península Ibérica el asentamiento de Tarsis? Es lo más probable, pero la leyenda continúa…
Ante esto, la pregunta obligada es: ¿Existió la Atlántida? Analicemos la narración platónica. Quitemos los datos fantasiosos sobre una tierra maravillosa, dejemos solamente las referencias más concretas:
* Comenzó a existir nueve mil años antes de Solón, o sea, 9 600 a.C.
* Era un gran centro comercial.
* En los tiempos de Platón (400 a.C.) ya no existía, hacía mucho que había desaparecido.
* La causa de la desaparición fueron terremotos e inundaciones que la sumergieron.
* Exagerando datos, y hechos los cálculos sobre sus dimensiones, no sobrepasaría la superficie de La Española (asiento de República Dominicana y Haití).
Hemos citado, líneas arriba, las medidas aportadas en Critias para tratar de determinar su extensión. La interpretación puede variar, pero en forma general, podríamos decir que no da la impresión de que esté describiendo un extenso territorio, aún con la descripción de las llanuras, se obtiene una extensión aproximada a la de la isla de Jamaica, lo que dista mucho de ser un continente como muchas veces es considerada. Algunos interpretan que, las medidas dadas a la llanura abarcaban solamente el área sur y por lo tanto habría que multiplicarlas por cuatro. Aún así, seguimos en lo dicho, no era un continente, a lo más, una isla de regular tamaño. La cita de que era «tan grande como la Libia y el Asia juntas» es lo que ha dado pie a la idea de un continente pero, en primer lugar, los conocimientos existentes sobre extensiones territoriales, en época de Solón, no eran lo precisos que son en nuestros días, la hipérbole suele caracterizar las epopeyas; por otro lado, cabe la posibilidad de que, en lenguaje figurado, el tamaño se refiriera al dominio alcanzado, no a la isla en sí. En el mismo Timeo, el sacerdote se refiere a Egipto como zona del Asia, lo que nos hace pensar: ¿qué sería Asia para el saíta?
En cuanto a Tarsis, nos encontramos con estos datos:
* Quizá haya sido también conocida como Ofir.
* Existía en el siglo X a.C., la era de Salomón, esa debió ser su época de esplendor.
* Aún es mencionada en el siglo VIII a.C., época de Jonás, pero a fines de ese siglo VIII y principios del VII, Isaías lamenta su caída. Por tanto, Tarsis y/o Ofir, desapareció a fines del siglo VIII a.C. o principios del VII.
* Cartago surgió en el siglo IX a.C. y pronto se hizo notable. Coincide la desaparición de Tarsis con la época del poderío de Cartago.
Si Tarsis fuera la Atlántida, cuando le fue hecho el relato a Solón, a fines del siglo VII o principios del VI a.C., haría alrededor de 50 años de su desaparición. Es muy extraño que no lo supiera, dado que al desaparecer la Atlántida, murieron todos los griegos de las tierras bajas y pasaron varias generaciones para que se reorganizaran ¿cómo pudo Solón no haberse enterado de esto? Para que la Atlántida y Tarsis hayan sido el mismo sitio, se requeriría que los cálculos, para fijar cronológicamente a los personajes y citas bíblicas, estuvieran equivocados en decenas de años, lo cual es, francamente, imposible. Es un hecho que muchas fechas anteriores a nuestra era son aproximadas, compaginar tantos calendarios ha sido muy difícil, pero los errores no pueden ser tan drásticos que impliquen decenas o centurias.
Las citas bíblicas y la caída de Tarsis, a la par que el surgimiento de Cartago, sí coinciden, es posible que la ubicación de Tarsis al sur de España sea correcta, pero, personalmente, creo muy difícil que esa zona haya sido la Atlántida.
Un dato que me llama la atención es que, al hacer las excavaciones de Troya VII, la Troya homérica, se encontró con que data del siglo XIII a.C. y que sufrió un terremoto. La cultura cretense termina brúscamente hacia el siglo XIII a.C. a causa de un terremoto. Entre el siglo XIII y la época de Solón, en la zona griega, ocurren invasiones sucesivas de dorios y de nuevos asentamientos de eolios y jonios. Esto sí encajaría cronológicamente con la Atlántida, con estos datos podríamos decir que: en el siglo XIII a.C. desapareció a causa de terremotos. Los griegos también sufrieron las consecuencias y les tomó los siglos siguientes para resurgir. Esta época se ubicaría seis centurias antes de Solón y explicaría el porqué desconocía la información que le proporciona el sacerdote saíta.
Solamente queda la pregunta: ¿dónde estaba la Atlántida? Lamentablemente me uno a la lista de sus buscadores.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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