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La guerra olvidada

En 1997 pasó casi inadvertido para la mayoría de la población el 150 aniversario de la invasión norteamericana a México; a excepción de algunos intelectuales que publicaron varios libros y dictaron conferencias al respecto.
Este 150 aniversario coincidió, aunque más bien por casualidad, con la visita de Bill Clinton a México en mayo del año pasado, quien colocó una ofrenda floral en el monumento a los Niños Héroes. Ya en el centenario, el Presidente Truman hizo lo mismo junto con Miguel Alemán. Llama la atención que tratándose de una de las guerras más importantes entre naciones americanas, sea tan desconocida y poco analizada.
El estudio de la historia siempre causa escozor y más al tratar esta guerra que tiene aún muchas consecuencias negativas y algunas paradójicamente positivas en la relación México-Estados Unidos.
El examen de este enfrentamiento siempre se ha esquivado. Los norteamericanos saben que fue una guerra injusta, mientras que para México es recuerdo doloroso. Una derrota apabullante cuyas causas parecen ser internas: revueltas durante la guerra, ineptitud de los militares, desunión y quizá hasta traiciones de los mismos generales del ejército mexicano, aunque esto último no ha podido demostrarse.

Magnitud de la guerra

Mucha gente tiene una idea vaga de esta guerra: piensan que sólo fue una batalla en Chapultepec, donde murieron seis cadetes del Colegio Militar (que la historia oficial les llama niños y que ni eran tan niños…) lo que hace que esta guerra parezca más fantasía que realidad. Otros piensan que sólo fue una venta de territorio por Santa Anna (cuando éste, propiamente, sólo vendió la Mesilla). Por su parte, la mayoría de libros de historia estadounidenses apenas mencionan la guerra y afirman que México «cedió» sus territorios.
Por el contrario, la guerra México-Estados Unidos es una de las guerras más importantes librada entre naciones americanas. El ejército norteamericano movilizó cerca de 100,000 soldados, México 50,000 (sólo por comparación diremos que en 1980, el ejército mexicano tenía alrededor de 70,000 efectivos). El número de bajas (muertos y heridos graves) de México se calculan en 25,000 y del ejército norteamericano en 10,000; aunque si se consideran las bajas norteamericanas causadas por el «general diarrea» su número se eleva quizá hasta 20,000.
Triste recorrido
* 1836: «Independencia» de Texas. El primer capítulo de esta guerra, fue la mal llamada independencia de Texas. Mal llamada porque era más bien un avance estratégico planeado y apoyado por el gobierno estadounidense. Muchos «texanos» no tenían ni un año de vivir allí: entraron sin permiso del gobierno mexicano o eran «voluntarios de guerra» contratados en otros estados de la Unión Americana; todo esto ante la mirada complaciente de los políticos de dicho país.
* 1845-1848: La invasión. Duró poco más de 2 años; se inició en junio de 1845 con la entrada del ejército norteamericano a la ciudad de Corpus Christi (estado de Coahuila) bajo las órdenes del Presidente James Polk, antes aun de que el Congreso Norteamericano aceptara la anexión de Texas.
La primera batalla fue el 8 y 9 de mayo de 1846 dirigida por Mariano Arista, , en Palo Alto y La Resaca (ahora Brownsville;se perdió al igual que en Monterrey, en septiembre del mismo año, después de una heroica defensa de los regiomontanos que duró casi una semana.
En febrero de 1847, con Santa Anna al frente, México pierde en La Angostura una de las pocas batallas en las que claramente se estaba derrotando al ejército norteamericano: después de dos días sangrientos, el enemigo retrocedía, se le quitaron banderas y tres cañones; bajo una fuerte lluvia y en la noche (con la batalla a su favor), Santa Anna encendió fogatas para aparentar que el ejército estaba acampado, dio media vuelta y retrocedió hacia San Luis Potosí. Al día siguiente, los norteamericanos no daban crédito: estaban tan diezmados que no persiguieron al ejército mexicano, pero lo festejaron como victoria. Un historiador reciente señala que ganaron por default.
¿Qué pasó con el ejército mexicano?, ¿no es ésta una clara muestra de la traición de Santa Anna? Probablemente sí aunque los reportes de guerra aseguran que el problema fue de falta de agua y alimentos. Al momento de la retirada, los soldados mexicanos llevaban un día sin comida ni agua; y para el día siguiente no tenían alimentos ni para los oficiales.
Gracias a esta batalla creció de tal modo la fama del general Taylor (comandante en jefe del ejército norteamericano) que pocos años después ganaba las elecciones presidenciales de su país. Moriría repentinamente de cólera después del año de gobernar.
La siguiente batalla fue en Veracruz (abril de 1848), los norteamericanos bombardearon la ciudad con cerca de 14,000 proyectiles durante una semana completa; muchos civiles murieron, el general Winfield Scott negó el permiso de salida a mujeres y niños. Los veracruzanos resistieron solos el embate pues el grueso de nuestro ejército estaba en la capital aplacando la sublevación del grupo los «polkos».
El ejército mexicano, dirigido por Santa Anna, peleó de nuevo y fue vencido desastrosamente en Cerro Gordo a las afueras de Jalapa y el ejército nacional regresó al último y más sangriento capítulo de la guerra, en el Valle de México. Aquí la guerra duró más de un mes del 9 de agosto de 1847 con las primeras escaramuzas en Tlalmanalco, hasta el 13 de septiembre en Chapultepec seguida de una resistencia civil armada hasta poco después de la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo (2 de febrero de 1848). Como la noticia del Tratado tardó en llegar al norte del país, las últimas batallas se dieron el 15 de marzo en Chihuahua (batalla de Sacramento) y el 31 de marzo de 1848 en Baja California.
Finalmente, después de la ratificación del Tratado por los Congresos de ambos países, el 12 de junio de 1848 la bandera mexicana volvió a o­ndear en Palacio Nacional. Ese día podría celebrarse la soberanía nacional. Sin embargo habría que preguntarse si es válido un Tratado firmado con un ejército ocupando otro país?
* Balances a favor de México. No todo fueron derrotas. Por ejemplo, cinco de las diez batallas libradas en Alta California las ganó la resistencia mexicana. Se trataba de un ejército improvisado por civiles mal armados, en el que participaron más del 20% de los adultos californianos y su único cañón lanzaba piedras. En Tabasco también se venció a los norteamericanos en dos de tres batallas. En Baja California, la resistencia armada duró cerca de seis meses, con varios reveses para los norteamericanos.
En tres de las grandes batallas el ejército norteamericano se tuvo en un puño: La Angostura, Padierna (arriba de San Ángel) y Molino del Rey. Aunque finalmente la guerra se perdió, pocos ejércitos en el mundo tienen en su haber victorias sobre el presuntuoso ejército norteamericano.
El ejército mexicano perdía, pero era edificante que se levantara muchas veces. Entre la visión que originalmente tenían los políticos norteamericanos que la guerra sería una especie de desfile militar en México y sus miles de bajas reales, existió una gran diferencia.
* Guerra desigual, resultado desastroso. La guerra fue muy dispareja, México era un país pobre, con veinticinco problemáticos años de vida independiente: revoluciones constantes, golpes de estado y nula consolidación política. En cambio, Estados Unidos era ya un país rico, con casi 60 años de vida económica y política estable; militarmente superior a México. En este renglón, Santa Anna jugó un papel importante como organizador, supo sacar recursos de la nada, logró una resistencia enérgica y estuvo más cerca de la victoria de lo que parece. Desgraciadamente, su genio para armar ejércitos no lo fue para dirigir batallas que perdió, entre otras causas, por falta de táctica.
La situación pobre de México, junto con el bloqueo de los principales puertos desde principios de 1846, y la desgastante guerra, sumió al país en una de los períodos más desastrosos del siglo pasado.
Consecuencias actuales de la guerra
«La historia es el prólogo» señala una inscripción en un monumento afuera de los Archivos de la Nación en Washington. La guerra de Texas y la invasión a México son prácticamente el mismo problema: la defensa de México contra el expansionismo norteamericano y su doctrina Monroe: «América para los americanos», entendida como: «América para los yanquis…».
Esta guerra fue el primer contacto importante entre las dos naciones independientes, y lo que mal empieza mal acaba. A veces los norteamericanos se preguntan por qué México muestra una actitud hostil a su país: la guerra dejó una herida difícil de sanar que explica en buena medida las ásperas relaciones que han prevalecido entre ambos países. Desde entonces, México adoptó una actitud de rechazo que mantiene hasta la actualidad, aunque cada vez más mitigada.
Sin embargo, hay un resultado positivo de esta guerra: mucha influencia cultural negativa de Estados Unidos (desintegración familiar, pornografía, drogadicción, etcétera) ha hecho menos daño del que pudo hacer sobre todo si consideramos su cercanía aunque esta penetración anti-cultural es cada vez más fuerte. En comparación por ejemplo Puerto Rico o algunos países europeos, mucho más alejados físicamente, han tenido una fuerte invasión anti-cultural norteamericana.

Si de indocumentados se trata…

Ahora que el gobierno norteamericano protesta por los indocumentados mexicanos, es bueno recordar que la mayoría de los 20,000 angloamericanos que vivían en Texas al principio de la guerra, entraron ilegalmente a México. Y, casualmente, también cruzaban un río: el Sabina, límite entre Louisiana y Texas, con el apoyo del gobierno estadounidense que promovía la colonización del noroeste mexicano. Estos ilegales tenían representantes en el Congreso Norteamericano, a pesar de la protesta de nuestro gobierno y la promesa de aquél de no promover estas maniobras. Los indocumentados angloamericanos venían en son de guerra; los nuestros buscando trabajo.
¿El fruto amargo de la guerra contra México?
Algunos historiadores opinan que la Guerra de Secesión norteamericana fue «el fruto amargo» de la guerra con México. Una razón es que los dos millones de kilómetros cuadrados ganados por los estados esclavistas del sur de los Estados Unidos, se fortalecieron gracias a la adquisición de estos nuevos territorios, acelerando la creación de los Confederados y su intento por separarse, que detonó la Guerra de Secesión. En ella, los norteamericanos tuvieron quizá más bajas que en las dos guerras mundiales.
Otra razón, es que muchos de los militares que participaron en aquélla habían peleado en México.
¿Hubiera sido mejor anexarse a Estados Unidos?
Todavía algunos creen no sin cierta ingenuidad que hubiera sido mejor quedar anexados a la Unión Americana. La respuesta está en los mexicanos que se quedaron del otro lado del Bravo. En el Estado de Nuevo México vivían cerca de 60,000 mexicanos que prefirieron mantener su nacionalidad después de la «cesión» del territorio (política acordada en el Tratado de Guadalupe-Hidalgo). Estos mexicanos sufrieron multitud de discriminaciones: no se les dio acceso a la educación, les robaron tierras, sufrieron frecuentes linchamientos… «Más discriminados que los negros» afirmó recientemente un historiador norteamericano.
Para quitarles tierra a los mexicanos de Nuevo México, una treta común del gobierno estadounidense era imponerles altas tasas de impuestos: dejaban pasar algún tiempo y al acumular la deuda les tomaban las tierras como pago. Para los nuevos dueños («casualmente» angloamericanos) los impuestos eran más bajos. En otros casos las autoridades exigían registro de tierras: la ordenanza era publicada inadecuadamente y al no registrarse dentro del plazo concedido, las tierras se perdían.
Seguramente, de haber quedado el país en manos norteamericanas, estaríamos marginados y formando parte de la minoría racial de «latinos». En cuanto a los indígenas, basta pensar en las persecuciones y genocidio vividos en el oeste norteamericano hasta bien entrado el siglo XX.
Una historia caída en el olvido
A pesar de la importancia de esta guerra no está clara la razón del olvido. Es verdad que existen otros episodios de la historia mexicana (la guerra de independencia, la intervención francesa y la revolución mexicana) que deslumbran a los historiadores y han hecho que la guerra con Estados Unidos ocupe un plano secundario; pero también influye la tendencia, muy humana por cierto, a olvidar las derrotas.
Llama la atención el silencio oficial del gobierno mexicano. Para este 150 aniversario sólo se creó un organismo llamado «Comisión organizadora de los homenajes del CL aniversario de los niños héroes». Nada: aquí no hubo guerra ni invasión, sólo unos «niños héroes». ¿Cuál será la razón de fondo para callar?, ¿algún convenio secreto entre ambos gobiernos para que se olvide el injusto suceso?, ¿miedo al gobierno norteamericano?
El análisis de esta guerra aún tiene mucha tela qué cortar: ¿Santa Anna fue un héroe o estaba vendido?, ¿por qué se retiró tan intempestivamente de La Angostura?, ¿la rebelión de los «polkos» fue apoyada por los mismos norteamericanos?, ¿quién era el general mexicano al que se le pagaba un soborno, dato que aparece anotado en los gastos de guerra estadounidenses?, ¿cuál fue el papel de la masonería mexicana y la norteamericana? No se trata tampoco de revivir rencillas. El estudio de esta guerra ayudaría a resolver algunas cuestiones actuales; por ejemplo, el trato de los indocumentados mexicanos, dadas las raíces mexicanas de casi la mitad del territorio norteamericano.

istmo review
No. 386 
Junio – Julio 2023

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